En 1992 el entonces presidente constitucional de Perú, Alberto Fujimori, dio lo que se entiende convencionalmente como un golpe de Estado al disolver a otro poder constituido, el Parlamento. Aquella acción, que aisló internacionalmente a Perú tuvo un claro respaldo popular y se hizo con el aval de las Fuerzas Armadas. Pasó a ser conocida como “el fujimorazo”.
Era un golpe desde el Estado. Gracias al intercambio con el buen amigo y analista Piero Trepiccione llego a esta categoría: “el madurazo”.
Existen notables diferencias, obviamente, entre ambas acciones. Fujimori estaba en el inicio de su gobierno, gozaba de una alta popularidad y credibilidad (en aquel momento, ya luego la historia fue otra) y fue una acción rápida y contundente. “El madurazo”, en tanto, tiene lugar en cámara lenta, y ocurre en el momento de mayor desgaste político del régimen que en este momento encabeza Nicolás Maduro.
Han ocurrido al menos tres acciones que dejan en claro que estamos en presencia de un golpe desde el Estado para desconocer la constitución.
La decisión oficial de no presentar ante la Asamblea Nacional el presupuesto 2017 es, sin duda, la guinda en lo que ha sido un corto pero intenso careo institucional, que ha tenido lugar este año tras el amplio voto popular que se constituyó en mayoría parlamentaria de la Mesa de la Unidad Democrática, en el seno de la Asamblea Nacional.
Al anunciar que el presupuesto de la Nación no tendrá ni aprobación y por tanto supervisión legislativa sencillamente el gobierno de Maduro deja en evidencia un golpe a la constitución.
No fue suficiente esto para que en breve tiempo se viviera otro capítulo de la novela por entregas que ha sido “el madurazo”.
La no realización de elecciones, bajo la excusa de que la prioridad es enfrentar la crisis económica, es un asunto que viola a todas luces la letra constitucional. En 2016 debían ocurrir dos consultas electorales.
La primera, las elecciones regionales para escoger a los gobernadores de los estados (provincias) deberían tener lugar en diciembre de 2016. La constitución es muy clara en señalar que los gobernadores deben ser electos por voto popular cada cuatro años y la última vez que se votó por estos cargos fue justamente en diciembre de 2012.
Por su parte, el Consejo Nacional Electoral ha guardado completo silencio sobre estas elecciones. El ente electoral, cuya directiva está en una proporción de 4-1 a favor del chavismo, sencillamente no ha dicho nada, es como si estos comicios no existiesen.
La otra consulta latente para este año es el referendo revocatorio para poner fin anticipado al período presidencial de Nicolás Maduro (2013-2019). En este caso el ente electoral ha aplicado lo que en Venezuela se conoce popularmente como una operación “morrocoy”. Según los datos aportado por Vicente Bello, delegado de la MUD ante el CNE, los lapsos para realizar esta consulta se han alargado indebidamente por más de 90 días.
Ha sido Maduro, y no el órgano electoral, quien ha dicho que no habrá elecciones en Venezuela ni en este 2016 ni en 2017 (el año entrante deberían realizarse elecciones municipales para escoger alcaldes). Otra señal de que estamos en presencia del golpe desde el Estado.
Hay otras señales del golpe desde el Estado que viene ocurriendo en cámara lenta en Venezuela, ante la mirada impasible de la comunidad internacional. Por ejemplo, se mantienen las detenciones políticas sin que haya ninguna orden judicial previa y colocando a los presos en situaciones violatorias de sus derechos fundamentales. De acuerdo con el Foro Penal entre junio y septiembre de 2016 aumentó en 33 el número de presos políticos, llegando a la cifra de 101.
Fujimori dio su golpe iniciándose su gobierno, Maduro lo hace en un momento en el que está acorralado política y económicamente. Fujimori gobernó largos años después del fujimorazo, yo creo que Maduro tiene los días contados en el poder y más que fortalecerlo, al contrario, este madurazo, este golpe desde el Estado, puede terminar de precipitar su caída.