Votó Colombia el pasado domingo 2 y contra todas las encuestas ganó el No al acuerdo para terminar la guerra suscrito en La Habana por las delegaciones del Gobierno y las FARC-EP. La estrecha diferencia y la distribución regional del voto, evidencian una división y polarización del país vecino que será el mayor desafío a enfrentar por parte del liderazgo político.
50.2% de los votantes se pronunció por la opción que resultó ganadora, mientras 49.7% lo hizo en respaldo a los acuerdos. En términos generales, las zonas más afectadas por la violencia como el Chocó, Putumayo, Nariño y Vaupés se inclinaron por el Sí, mientras las ciudades, donde ésta se siente menos, triunfó mayoritariamente el No. Interesante resulta apreciar que el Sí ganó en Bogotá, Cali y Barranquilla, pero perdió en Medellín, Bucaramanga, Pereira y Cúcuta. Los dos departamentos cercanos a la frontera más viva con nosotros, Santander y Norte de Santander, los ganó el No. ¿Hasta qué punto influidos por la situación venezolana tan hostil estos años? En este último, mientras en su capital Cúcuta se impuso el No, en su zona rural como Tibú, Teorama y El Tarra lo hizo el Sí. En La Guajira y Atlántico, donde se esperaba copiosa votación afirmativa, tuvieron una abstención enorme, lo cual se atribuye al huracán Mathew. Puede ser, aunque algunos sostienen que tuvieron dudas. En Caquetá, donde quedó la “zona de despeje” durante el gobierno Pastrana y se celebró hace días la conferencia de las FARC, ganó el No.
Vistas desde aquí, destaco dos cuestiones significativas. Una es la prontitud para conocerse los resultados, la otra es la aceptación inmediata de los mismos por el Gobierno, cuya opción perdió. Una sana envidia experimenté por ambos motivos.
También me impresionaron las reacciones de los principales actores, desde las cuales uno sintió una brisa esperanzadora para la paz que es lo que los colombianos quieren, más allá de su opinión o su percepción, acerca de los acuerdos alcanzados tras varios años de negociaciones. El Presidente Santos, el vocero guerrillero Londoño Echeverri (a) Timochenko, y el ex Presidente Uribe, líder del No y principal ganador político de la jornada, hablaron con moderación, dejando abiertas puertas para el entendimiento. Y desde el lunes empezaron los contactos.
Como no quise hacerme una opinión con base en campañas, leí la cartilla que publicó Semana con el contenido en reforma rural, participación política, cese al fuego y reincorporación, drogas ilícitas, víctimas y justicia, y verificación y refrendación. Los encuentro perfectibles, pero distintos a lo que oí decir desde el prejuicio o el partidarismo. Entiendo, claro, que hay percepciones subjetivas importantes en quienes sufren el conflicto o abrigan temores naturales, y que la distancia me da otra sensibilidad, aunque me importen humanamente.
Pasadas las celebraciones de los triunfadores y el llanto de los perdedores, la verdad es que la situación que se plantea al liderazgo colombiano es muy exigente. Una sociedad escindida en mitades, radicalmente polarizada, un serio problema por resolver por delante y un período de incertidumbre aún mayor que aquel predecible si el resultado hubiese sido inverso y ahora hubiera que implementar los acuerdos.
Por las declaraciones, es claro que nadie quiere volver a la guerra, pero ¿cómo será el tránsito hacia nuevos entendimientos más amplios que encaminen hacia la paz? ¿Qué es lo fundamental y decisivo para los millones que votaron No? ¿Cómo reaccionará el ELN? ¿Y los sectores de las FARC descontentos con el cese al fuego?
Ya se sabe. La política es el arte de hacer posible aquello que es necesario. Vamos a ver.