Dictamen – La derrota de la comparsa de las guayaberas

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El resultado del plebiscito en Colombia merece todo tipo de análisis por ser quizá una de las sorpresas electorales más grande de los últimos tiempos. El triunfo del “No” al acuerdo suscrito entre el gobierno del presidente Santos y las FARC, debe ser interpretado en el contexto de un ventajismo nunca antes visto que lo sitúa al nivel de hazaña. ¿Qué pudo haber pasado para que perdiera la opción impulsada en conjunto por el Gobierno, la guerrilla, la comunidad internacional, los medios de comunicación, las encuestadoras y hasta el Vaticano? Con todo el respeto al pueblo hermano de Colombia, nos vamos a atrever aquí a desarrollar una hipótesis, con fines exclusivamente académicos que en ningún caso pretenden injerencia política alguna.

La paz es un objetivo común para todos los colombianos, nadie puede dudar de esto. El debate no es entre guerra y paz, sino sobre la forma adecuada para llegar a esa paz anhelada por todos. El caso es que las FARC están militarmente derrotadas y están negociando su rendición. ¿Pero en qué términos? Más allá del álgido tema de la impunidad, considero que lo más rechazado fue el chantaje ideológico que pretendía lavarle la cara a los guerrilleros para convertirlos mágicamente en líderes políticos. Haber visto a Timochenko montado en una tarima vestido de comparsa junto al presidente de su país y de varias otras naciones celebrando anticipadamente, tuvo que haber puesto a pensar a más de uno. La falsa izquierda mundial insiste en convertir en héroe a cualquier dictador, guerrillero o delincuente que sea de su franquicia. Pinochet es malo pero Fidel es bueno, los paramilitares son malos pero las Farc son buenas, Uribe es malo pero Chávez es bueno. Si eres de izquierda puedes durar cuarenta años mandando y dejarle el trono a tu hermano sin que te llamen dictador, o puedes matar, secuestrar y vender drogas sin que te llamen guerrillero o narcotraficante, o puedes dar un golpe de Estado sin que te digan golpista. Es una manipulación descarada que tiene ya cansado al continente.

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Lamentablemente el proceso de paz colombiano perdió seriedad y se estaba pareciendo más a una campaña electoral de Timochenko. Así no, dijeron los colombianos este domingo mostrando dignidad. Y ya era hora que se le diera un parado a esta conspiración internacional que comenzó en Cuba lavándole la cara a Raúl Castro y que pretendía ahora bautizar a las Farc, mientras se hace silencio sobre Venezuela. Ojalá y la reflexión llegue al Vaticano para que se entienda de una vez por todas que la democracia es un derecho fundamental de los pueblos y que no hay ideología que justifique dictaduras, crímenes o guerras. No podemos tolerar que los mismos que hoy reivindican a Timochenko y a las Farc condenen la lucha democrática y pacífica que estamos dando en Venezuela por una salida electoral. ¿Poner bombas y secuestrar personas inocentes es legítimo, pero pedir un referendo constitucional es desestabilizador? Basta ya del chantaje ideológico.

La paz tendrá que llegar a Colombia, así como la democracia tendrá que llegar a Cuba y la salida electoral tendrá que darse en Venezuela. En los tres casos puede haber negociaciones, pero no controladas por los victimarios que tienen que asumir su responsabilidad ante la historia. En los casos de las transiciones chilena y española hubo acuerdos de impunidad y privilegios que se mantienen hasta hoy, pero nadie duda que Pinochet y Franco fueron unos dictadores sangrientos. Lo que no se puede pactar es la verdad. El “no” colombiano fue un rechazo a la alcahuetería internacional que pretende sostener que en Cuba y en Venezuela hay una democracia perfecta y que la guerrilla colombiana lo que ha hecho es hacerle legítima oposición a un régimen imperfecto. La paz debe construirse sobre la verdad y la Región debe recuperar el consenso sobre democracia y dictadura, colocando en el centro de la discusión el respeto a los derechos humanos. Hay veces en el que la forma se convierte en el fondo. Santos es lo suficientemente inteligente para leer esa decisión soberana del pueblo colombiano y para identificar los errores cometidos con el fin de rectificar y alcanzar una paz verdadera y sostenible, más lejos de la comparsa internacional de las guayaberas y más cerca de la realidad social de su país. Ojalá pronto haya paz en Cuba, Colombia y Venezuela. Eso solo es posible en democracia.

Caso cerrado, el dictamen final lo tiene usted.

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