Pido la palabra – De nosotros depende…

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El proceso de paz en Colombia, desnuda una realidad a la cual pareciera no querer prestar la atención suficiente el concierto de naciones que se hizo eco de la firma del tratado.

Hasta los más conspicuos defensores de los derechos humanos, como Vargas Llosa, se sumaron al sainete promovido por Santos y finamente cocinado en las brillantes mentes de los Castro, como los grandes estrategas y escultores de la toma del continente suramericano por parte de las fuerzas de izquierda radical y belicista.

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Es obvio que el pueblo colombiano, sometido a más de 57 años de brutales ataques que costaron 260 mil muertes a manos de estos señores, ahora pacifistas, busca desesperadamente acabar con la tortura y el miedo que se ha sembrado en las entrañas de un país castrado en su gentilicio y señalado hasta hace pocos años, como la cuna del narcotráfico en el mundo.

Concesiones de todo tipo para un tropel de delincuentes y asesinos que escudan sus crímenes y fortunas malhabidas detrás de una supuesta lucha por los pobres, les permiten avanzar hacia la toma definitiva de un continente sumergido en pobreza e ignorancia como motores activadores para germinar las distorsiones castristas que someten a las sociedades y humillan a los pueblos…

En Venezuela la situación es similar. Se atornilla el régimen castrista mediante la militarización definitiva del país. La sociedad democrática reacciona frente a las distorsiones de un poder electoral absolutamente deslegitimado y delictual. No tenemos otra alternativa que continuar la carrera de obstáculos a la cual nos someten la Sra. Lucena y su pandilla. El pueblo luce agotado y desesperanzado. La toma de Caracas fue un saludo a la bandera que dejó el sabor amargo de querer algo más. Los anaqueles continúan vacíos y los precios suben todos los días. No hay medicinas y el hampa cada día actúa más a sus anchas.

Tenemos que hacer algo. La rutina de las colas debe transformarse en protesta colectiva. Pretenden domesticar la sociedad con bolsitas de comida que se convierten en el negocio de los vivos rojos en los barrios de todo el país, mientras los jóvenes huyen desesperadamente hacia otras latitudes en busca de dignidad y respeto a su condición humana y profesional.

El juego toca los límites de lo inadmisible. La tortura colectiva debe activar los mecanismos de defensa que toda sociedad tiene para reaccionar con la contundencia que los tiempos exigen. Resignarnos a continuar viviendo así, contrasta con nuestra propia historia. Jamás hemos sido un pueblo de paracitos y cobardes.

Nuestra esencia libertaria y las raíces democráticas que dieron lustre civilista al siglo XX, nos permiten pensar en la genética que aflora en los peores momentos. No es tiempo de vacilaciones. Luchemos contra todas las adversidades que coloca en el camino la bastardía roja. Jamás podrán doblegar nuestra esencia como pueblo de profundas convicciones democráticas. Vamos a conseguir ese 20% con la determinación y la fuerza de calle que nuestros hijos merecen…

Mis comentarios:

-Conversé con el colega Luis Andrade, coordinador del proyecto de rehabilitación de la avenida Uruguay.

-En lo personal, le hemos hecho un seguimiento muy cercano a este proceso. Recuerden que hace 14 años yo denuncié esto en el CIEL.

-En los próximos días se hará entrega de toda la ingeniería de detalles…
Como pasa el torbellino así desaparece el impío, más el justo quedara cimentado para siempre…(Proverbios 10:25)

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