La semana que pasó nos dejó un panorama político totalmente distinto.
El hecho más notorio no fue el escueto comunicado del CNE sino la respuesta de la MUD. El CNE no sorprendió a nadie con su decisión: tirios y troyanos sabían que el ente electoral convertiría la recolección del 20% de las firmas en una misión casi imposible. El objetivo del gobierno, por vía del CNE, era forzar a la oposición a patear la mesa o provocar división en su seno.
La MUD no pisó el peine. En vez de llamar a una insurrección contra el gobierno, la Mesa de la Unidad Democrática abrió un compás de espera el fin de semana para anunciar qué acciones se tomarían frente a la situación planteada. El tiempo se utilizó para realizar un proceso de consulta con actores de la sociedad civil que sin duda otorgó mayor legitimidad a lo acordado.
El comunicado del pasado lunes 26 y el sencillo acto convocado en el Parque Miranda dejó claro una posición política cohesionada, coherente y racional. El texto dejó claro básicamente tres cosas: La primera que el 20% debe ser nacional como lo establece la Constitución, la segunda que el referendo debe ser en 2016 y la tercera el anuncio de una jornada de protesta nacional para el próximo 12 de octubre.
Esta estrategia no implica aceptar las condiciones impuestas, sino participar bajo estas reglas y presionar a la vez para que se respete la Constitución y se realice el referendo, en tanto que no existe ningún impedimento legal para que ocurra en 2016.
Comunicacionalmente, fue un acto impecable: convergieron radicales y moderados para ofrecer una alternativa al país.
Más de 50% de los electores están dispuestos a firmar (según Venebarómetro) por lo que bajo condiciones legales sería muy sencillo cumplir el requisito. Así las cosas, la principal arma para negociar de la MUD es su mayoría electoral que se encuentra unida en torno al deseo de cambio. Lo que se plantea entonces es convertir las jornadas de recolección de firmas en una épica nacional como ocurrió con el 1% preliminar. Sólo una participación masiva permitirá exigir a las autoridades electorales el cumplimiento de la ley y la celebración del referendo.
El camino de la desobediencia, los paros generales y guarimbas ya lo intentó la oposición durante los años 2002, 2003 y 2014 y sus resultados fueron desastrosos.
También probó la vía abstencionista en las parlamentarias del 2005 y el resultado fue cederle la Asamblea Nacional al oficialismo.
Está demostrado que abandonar espacios no es una estrategia racional.
La vía electoral no está cerrada, al menos por los momentos.
El CNE afirmó que no habrá referendo en 2016, pero esto dependerá de lo que ocurra en el país en las próximas semanas y si la MUD logra una movilización masiva y exitosa. El gran reto de la MUD es convencer al país de que el cambio no sólo es posible sino inevitable. Para ello es fundamental transformar el referendo revocatorio en un gran movimiento nacional, en una cruzada cívica contra la pretensión del gobierno de evitar el revocatorio.
Tampoco ocurrirá el apocalipsis si se celebra la consulta más allá 10 de enero de 2017. De igual manera será una gran derrota para el gobierno según lo demuestran todas las encuestas confiables, y esto forzará el cambio político, hasta el próximo paso que serán las elecciones regionales y las presidenciales. Aristóbulo Istúriz, el General Padrino, Jorge Rodríguez o quien sea, necesariamente tendrá que negociar con la nueva mayoría. El chavismo sin Maduro tendrá que escoger entre renovarse o hundirse.
No podemos soslayar en nuestro análisis que la posposición de elecciones le será más difícil de realizar al régimen porque la magnitud de la crisis venezolana ya es un problema subregional.
Así lo entendió el presidente peruano Pedro Pablo Kuczynski al plantear la propuesta de crear un grupo de apoyo estilo Contadora, para ayudar a nuestro país a lograr una transición ordenada y democrática que evite el colapso.
Sin duda estamos en una nueva fase del juego político, que se está jugando en dos planos el nacional y el internacional.