Ráfagas – Mi primera novia

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Ella es como una gigante espiga en toda su largueza.
He convivido con ella casi la décima sexta parte de su existencia. Me hice niño con ella, luego adolescente, joven y adulto mayor. La conocí siendo ella pequeña, de reducido tamaño. No tanto como el de Lolita, pero si lo suficiente para abarcarla y abrazarla en poco tiempo, en un rápido andar.

A primera vista me prendí de ella. La amo y la amaré por siempre. Me agrada la temperatura de su piel, los rubores de sus celestiales mejillas, su amor por la música y sobre todo su amabilidad y receptividad.

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No hace mucho era somnolienta, apacible, serena y hasta con un dejo de timidez. Su aroma era de dulce caña y de jazmines en flor. Pero, ¡que grande se me hizo!, como creció tanto en tan poco tiempo. Hoy la veo estresada, intranquila, bulliciosa y a veces irascible. Sé que no está pasando por sus mejores momentos. Debe ser reflejo de la crisis. Pero aún así la sigo amando, y así será, en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad y de igual forma, espero continuar a su lado hasta el fin de mis tiempos.

Me lo contaron ayer, que: /Hace muchos años/sobre una meseta/con clima más fresco/del que ahora ostenta,/existía una villa./Mojaba sus pies/un pequeño río/de color ceniza,/que escanciaba el agua/de arenas mestizas, /en dulzor de caña/y en frescor de brisa,/ y todos los días,/en horas tempranas/desde un campanario/situado en “Las Damas,”/tañían las campanas/llamando a la misa./Al caer la tarde,/de las turbias aguas/brotaban ondinas,/al rasgar de un cuatro/siguiendo el compás/sonoro y fugaz/de una mandolina./Sus casas muy amplias/pareadas de adobes/y techos de tejas,/como a las que ahora/llaman casas viejas./Luengos corredores/y bellos /portones/cerrados de noche/y abiertos de día./Con amplias ventanas/furtivas y extrañas/cubiertas en parte/por las celosías./Y detrás de ellas/una damisela/de bello talante,/aguardaba ansiosa/mustia e impaciente,/el paso insistente/de un joven galante./Eran otros tiempos,/tiempos de la abuela,/existía Richardi, triquilín en ristre/con su rostro en pena/de bohemio triste, /tocaba Pablera,/con su Lazarillo por fiel compañero/su cuatro afinado, /sin luz, ni luceros. Y una vieja humilde/con su gacha vera,/correteaba niños que iban a la escuela,/mientras en el cielo,/al caer la noche bucólicamente/lloraba una estrella/.

Su belleza deslumbra, cuando luce sus prendas. De un tiempo para acá ha renovado su apariencia luciendo nuevas alhajas para ornar su figura; tales como, La Flor de Venezuela, El monumento a la Divina Pastora, El Manto de la Virgen etc. Sin embargo, hay un dije que exhibe en su pecho, al que quisiera referirme por ser hito de nuestro amor desde niños: El Obelisco. Alguien le notó triste y taciturno, y celestinamente, esto escribió en su honor: (Una Torre para ti): Y tiene Barquisimeto/un obelisco imponente/que se yergue hacia el poniente/pintado de luna y sol/hecho de tierra caliente/vestido de conticinio/y adornado de arrebol./Lo divisan los caminos/ desde el lejano horizonte/entre cujíes y yavos./entre deseos de amor/de llegadas en sonrisas/de adioses y de hasta luegos,/ entre cardones y montes/y entre araguaneyes de oro/con mil chuchuves en coro/ entonando un tamunangue/poco a poco y a la bella/con crepusculares nubes,/y sus flotantes estrellas/improvisando en su prosas/cantos de las zaragozas,/entre valses cadenciosos/tan nostálgicos y hermosos/que hacen llorar las estrellas./Obelisco, me angustia tu soledad/y he de llevarte soñando/hasta el viejo continente/de murallas y castillos /de Damas engalanadas/con prendas de mucho esmero/y caballeros andantes /de lanzas en astillero./Para ti hay allá una Torre/que es “La giralda” morena/“Hecha de nardo y canela”/que en Sevilla coquetea/y se yergue muy oronda/en la gracia del paisaje/ que en colores de celajes/ entre los naranjos ronda./Yo quiero que tu la veas/síguela, que te enamoras/igual que me pasó a mí/cuándo de frente la vi/y ascendí luego en su vientre/sintiendo su ser candente/en sus entrañas morunas/con emociones punzantes/como cuchillos filosos /y heridas de cundiamor/abiertas una por una/que no nos dejan dolor/porque nos cubren de gozo./Más, si prefieres una rubia/hecha de cal, piedra y canto,/que tiene en su inclinación/por coqueta o por quebrantos,/ escondidos sus encantos/vedla en google y Wikipedia/antes que otro la pretenda. /Corre, ve y anda de prisa/ clickea pues en
La Toscana/y verás que la engalana/la hermosa, Torre de Pisa.
Rafael García Hernández

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