En un país convulsionado económicamente, los ciudadanos se dirigen a los abastos a realizar largas colas para adquirir alimentos regulados y rendir su dinero; la situación se agudiza ante la crisis social que arropa al país.
Más de tres semanas sin conseguir los alimentos tienen los usuarios, a quienes les corresponde, según su número de cédula (terminados en 6 y 7), realizar sus compras los días jueves, en el Central Madeirense, ubicado en Valle Hondo.
“El abasto toda la semana reparte cantidades de comida, pero apenas llega el día jueves nos hacen creer que se acabó, y que ya no tienen. Nosotros sabemos la verdad, los depósitos están llenos”, comentó la usuaria Leisbel Vizcaya.
Aseguró que la principal razón por la cual ocurre aquella irregularidad es que tanto el gerente como los empleados del establecimiento se llevan los alimentos para revenderlos. “En la noche pudimos ver tres cavas que descargaron cantidades de comida en el Madeirense y al poco tiempo salen los trabajadores llevándose en cajas los productos”.
Igualmente, quienes hacían las colas denunciaban que los mismos trabajadores revenden cerca de la zona artículos adquiridos dentro de la empresa, hasta en 20.000 bolívares. Además, ellos planetaron que los efectivos de la Guardia Nacional no escapan de esta práctica, cuando se busca aprovechar del hambre y necesidades de los ciudadanos. Hasta en 1.000 bolívares venden los cupos en las colas, según refirieron algunos compradores.
Más de 2.500 clientes se encontraban la mañana de ayer en las afueras del Central Madeirense. Algunos aseguran que desde las 2:00 p.m. del día anterior comienza a llegar el público.
Norelbis Boquillón pide cada jueves el día libre en su trabajo a fin de acercarse al establecimiento y comprar algo de comida para surtir su hogar; no obstante, en el último mes no ha podido cumplir con su cometido.
“¿Cómo es posible que me tenga que venir en la madrugada para conseguir un número en la cola y lo único que puedo comprar es pañales y jabón de baño? Tenemos hambre y lo que queremos es comer. El resto de los días siempre vemos cómo entregan aceite, arroz, mantequilla y pastas (…) Pero los trabajadores al bachaquear perjudican a cientos de personas”.
William Luna es un hombre de la tercera edad. Relató cómo a diario se observa a personas que duermen en las afueras del abasto a causa de la necesidad. Duermen sobre un cartón y se abrigan con periódicos viejos; no obstante, detalla que es un esfuerzo en vano cuando regresan sin comida a sus hogares.
Ante el aprovechamiento en que incurren algunos funcionarios, quienes deben proteger al ciudadano, muchos se ven forzados a comprar con sobreprecio; y en un país donde más del 65% de los habitantes devengan salario mínimo, una buena parte de la población recurre a cambiar sus habitos alimentarios.
“En este mes he resuelto comiendo verduras, frutas y cuando tenemos más dinero, huevo. He pasado días enteros sin comer, para alimentar a mis hijos (…) En este mismo sitio, la semana pasada me desmayé haciendo la cola, porque no tenía comida en mi casa”, dijo muy molesta, la señora Natalia Pereira.