La vida es mucho más que vivirla, si es que no se nos convierte en una angustia permanente o en un callejón sin salida, donde para algunos todo está perdido y eso no es así.
Nuestra esperanza debe ir aliada a una fe inquebrantable, que alimente nuestros propósitos e ilumine nuestros deseos de bienestar para todos, en función de un país que brille por su buenas acciones y no lo contrario como estamos hoy, cuando somos vistos por el mundo en una forma negativa y vergonzosa que en nada nos ayuda.
Si no hay una pronta rectificación y no nos unimos, llegará el momento en que la crisis en la cual estamos sumergidos podría tener más serias repercusiones.
Debemos unir voluntades, sentimientos, talentos, creatividad y una buena dosis de amor, ingredientes fundamentales para la prosperidad y única forma de salir adelante. Es preciso estar unidos en alianza como buenos hermanos, que los problemas sean compartidos y redunden en beneficio de todos y no para grupos de taimados y cazadores de cosas fácil.
Es con dignidad y esfuerzo como podremos salir adelante, en busca de la excelencia y no del desprecio del cual somos receptores en este momento. De no haber una buena unión y pronta rectificación la crisis se agudizara más y no es lo deseable para una patria joven, que espera el aporte de gente pensante y con nobles proyectos a corto, mediano y largo plazo, que sirvan de modelo al mundo y de ejemplo que perdure en el tiempo.
Todos queremos un país sosegado donde reine el ánimo, la ilusión, donde los sueños y proyectos tengan bases sólidas y se conviertan en realidad en beneficio de todos; un país que inspire libertad, donde no hayan marcadas diferencias y discursos insultantes, sino que sean de invitación a conseguir la salida airosa hasta en la adversidad; unidos por el bien del país con libertades económicas, que se impongan las mejores ideas y aquellos de buena voluntad sean los portadores de beneficios y ejemplo a seguir.
Este es un país con un potencial de desarrollo, con todas las virtudes, con todo por hacer y en espera de que sus hijos respondan a tantas bondades que Dios nos puso en nuestras manos. Todos estamos en la obligación de luchar por una vida en paz, saludable, con buena alimentación, seguridad, respeto a la propiedad privada, a las inversiones extranjeras, que los animen asumir esta patria como la suya. Ese debe ser nuestro aporte, sin olvidar que todo aquel que no contribuya a la solución se hace parte del problema.
Verdad que da tristeza ver emigrar nuestros talentos. Se ha ido un poco más de 6.000 médicos, por solo nombrar una parte de tantos que, en contra de su voluntad y con un corazón triste, fueron en busca de mejor calidad de vida. Todos sabemos que Venezuela fue receptora de 15% de inmigrantes del mundo, que hicieron de esta su patria. Sus hijos y nietos, hoy con lágrimas en los ojos, también se marchan pero no hay duda de que su corazón y espíritu están en Venezuela, deseosos de regresar. Estos hermanos vivieron, criaron a su familia y sus bases económicas las sembraron en nuestro país, pues venían de naciones devastadas por las guerras y el comunismo. Nuestro país era el más solicitado porque les brindaba oportunidad de desarrollo. No debemos dudar que este país será otro cuando se cambie el modelo hoy en práctica, que no funciona ni funcionará, y ha quedado demostrado. Es decir, cambiar los planes y el hombre nuevo por hombres de pensamiento libre e ideas propias.
Ahora más que nuca el campo es la solución, unidos todos por el éxito y el crecimiento de la familia ganadera (Fedenaga).
José Gerardo Mendoza Durán