Una de las tareas más difíciles de un nuevo gobierno en Venezuela es recomponer su diplomacia. Desde la evaluación de su personal diplomático a todos los niveles, hasta la fijación de sus prioridades geopolíticas. El país deberá someterse a una transfusión de sangre nueva en materia de representación diplomática. Hay que dar respuesta inmediata a lo que van a ser los patrones de una relación distinta con los Estados Unidos, Colombia, el Caribe, Cuba, Brasil, la OEA, Unasur, Mercosur, derechos humanos, para solo citar algunos temas apremiantes.
Hay que admitir que Venezuela se ha quedado atrás en materia del manejo de sus relaciones internacionales. Podríamos decir que se quedó contemplando su geografía de manera estática, con una diplomacia preventiva, en tanto que el mundo del siglo XXI es de países que por más pequeños que sean algunos trabajan su relacionamiento de manera dinámica, echando mano de la geopolítica. Venezuela es cada vez más un Estado en soledad.
Una diplomacia en manos de militares formados para la guerra y no para la paz, sin los principios básicos de la negociación que es un arte, sin el manejo de idiomas, elocuencia, vestimenta, informática, historia, geo estrategia, es un oficio en manos de lo que Telleyrand llamó una vez “los tesoreros de la república”. Generales cada vez más enriquecidos, poseedores de una colección de vicios.
Tenemos que recomponer las relaciones con Estados Unidos sin refrescar viejas heridas que puedan despertar nuevos resentimientos. Los Estados Unidos están arreglando su problemática interna y en tanto que potencia mundial están ante objetivos nada fáciles de tratar como las situaciones en Siria, Afganistán, Isis, el Medio Oriente, Ucrania, Turquía.
Las consecuencias de la llamada paz de Colombia, no puede ser asumida por Venezuela ni con criterios colaboracionistas, ni con la óptica de dejar hacer y dejar pasar. Hasta qué punto la terminación del conflicto interno colombiano, no supone el traslado a Venezuela de los vicios de las FARC que van desde el secuestro, narcotráfico, afectación del comercio bilateral y del medio ambiente. De hecho ya hay zonas en los Estados Zulia y Apure donde la guerrilla colombiana cobra peajes a los hacendados y comerciantes venezolanos.
La relación con el Caribe insular angloparlante, Guyana y Surinam debe ser revisado en su totalidad. Venezuela no puede seguir siendo la subsidiaria de las carencias petroleras de estos micro Estados, ni el país pasivo que permanece inodoro ante una multilateralidad que lo usa.
Las membresía venezolana en Mercosur, el Alba, Unasur, Celac, los No alineados, necesita ser situada en otra dimensión. Las relaciones con Cuba y Brasil, tendrán que ser sometidas igualmente a una profunda revisión. Todo esto puede ser visto como decía Valle Inclán: “Sólo las obras cargadas de tradición, están cargadas de futuro”.
La diplomacia del nuevo gobierno
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