Tilín, tilín, tilín,
se le oye venir.
Caballero de capa blanca
con amplia sonrisa y alpargatas.
Doblado por el peso de los sueños que lleva.
Arrastra el carrito, mientras agita las campanas, tilín, tilín, tilín,
los perros y los niños lo delatan.
entre sonrisa y llanto el avanza.
Abre su cofre y una nube fría le golpea la cara sudada
por el calor de Barquisimeto o por el esfuerzo hecho.
Tílin, tilín, tilín
saboreamos y reímos sin darnos cuenta de su ser,
heladero de mi niñez te debía unos versos.
Helado mis recuerdos saben a chocolate y a pastelado para finalizar te sigo dando las gracias por tanta felicidad.