No es un secreto para nadie (ni dentro ni fuera de Venezuela) que las autoridades electorales han puesto todas las trabas posibles para demorar o impedir que se realice el referendo revocatorio. La razón es muy simple. Porque el Gobierno lo pierde de calle. Las encuestas son excesivamente claras a este respecto. El deterioro de la popularidad del Presidente aunado a la agudización de la crisis económica que padece el país son hechos que ya han traído consecuencias políticas muy duras para los factores alineados con el Psuv y sus aliados. Las elecciones parlamentarias de diciembre pasado son un ejemplo contundente de ello. El mundo entero sabe también que las rectoras del ente comicial son militantes partidarias del Gobierno central y actúan apegadas a su lógica estratégica, difiriendo o impidiendo cualquier consulta popular (incluyendo la elección de gobernadores que correspondía realizar en diciembre de este año).
El Psuv y sus aliados han sido especialistas en ganar elecciones durante 17 años, salvo la consulta sobre la reforma constitucional en 2007. Su esquema discursivo y de actuación se basa en el respaldo popular masivo, especialmente de los sectores más vulnerables de la población. Cuando en diciembre pasado sufre el peor desempeño electoral en su historia perdiendo abiertamente el Poder legislativo, la ecuación proceso-líder-pueblo queda trastocada. Por tanto, ahora lo electoral o cualquier consulta que implique una votación del pueblo no es importante para el Gobierno en las actuales circunstancias.
La política ahora adquiere nuevas dimensiones en Venezuela. Desde el Gobierno se hace y se hará lo imposible para que no haya elecciones de ningún tipo mientras persista el impacto de la crisis económica en la población. Se sabe que los venezolanos atribuyen mayoritariamente la responsabilidad de lo que está ocurriendo en sus vidas al presidente Maduro y al Gobierno central. Muy pocos creen que se debe a la llamada “guerra económica” que por más que se haya tratado de posicionar comunicacionalmente, no ha sido aceptada como explicación del clima-país actual. Desde el Gobierno se sigue jugando a diluir los problemas fundamentales y a concentrarlos en un enemigo externo con aliados internos. Desde la oposición se concentran todos los esfuerzos (a pesar de algunas diferencias de criterios y de actuación de sus vocerías autorizadas) en promover la realización del referendo revocatorio y las elecciones regionales para canalizar el descontento mayoritario de la población que en estos momentos llega a niveles históricos. Desde la oposición se busca promover un cambio político que sirva de válvula de escape a las tensiones sociales que ha generado la situación económica. Son dos visiones que contrastan y han contrastado durante 17 años consecutivos con la novedad que ahora lo hacen en un escenario de despolarización que beneficia a las propuestas opositoras.
Nos encontramos entonces frente a una disyuntiva extremadamente complicada. ¿Si no se realiza el referendo, qué puede pasar en Venezuela? No es fácil responder a esta pregunta en términos muy directos y precisos. Pero sí podemos soportar nuestro análisis en las estadísticas oficiales, extraoficiales, en lo que nos dicen cada semana los estudios de opinión pública y además lo que observamos a diario en las calles del país. Alrededor del 80 por ciento de la población expresa deseos de cambio político para que la economía pueda abordarse con un esquema diferente. Es una marea de opinión que revela un vector de fuerza que tiene que canalizarse adecuadamente por procedimientos constitucionales o de lo contrario, su desbordamiento puede tener consecuencias dramáticas e impredecibles. El referendo es una vía para drenar democrática y pacíficamente el estatus actual de la opinión pública, de no realizarse, no significa que ese amplio deseo de cambio pueda detenerse por mucho tiempo. Gobernar en contra de una mayoría amplia, calificada y legítima es insostenible en el tiempo. El proceso actual obliga a la búsqueda de soluciones. La opinión pública es como un río. Cuando se acumula un excesivo caudal, se desbordan los cauces. Si desde el Gobierno y desde el Psuv no comprenden esta fenomenología, corren el riesgo de perder su cuota de respaldo popular para seguir participando activamente en el juego político del futuro. Ahora más que nunca se debe jugar a la política, a la negociación con criterios de estadistas para que esa acumulación de frustraciones que se levanta en el horizonte pueda ser orientada hacia la profundización de la participación democrática y constitucional. En esto, los intereses geopolíticos continentales están apostando duro para evitar locuras y desviaciones en el corto plazo.