FOTOS: Hijo de la periodista deportivo Mari Montes, lamentó muerte de José Fernández

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Como fiel seguidora del béisbol, Mari Montes no podía más que enseñarles su pasión a sus hijos, entre ellos Daniel Álvarez Montes, uno de los fanáticos más afectados por el fallecimiento de José Fernández.

El hijo de la “dama del béisbol”, escribió un artículo donde comparte cada uno de los momentos que vivió con el pelotero cubano, contando que lo comenzó a seguir desde que participó en el juego de las Futuras estrellas en el año 2012, un año antes de su debut oficial en la gran carpa.

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Álvarez, incluso visitó el Marlins Park en 15 de las 16 aperturas que tuvo Fernández esta temporada. Tras conocer la noticia escribió que «Ahora (José Fernández) estás en el Salón de la Fama más grande que existe”.

 

A continuación el texto íntegro del artículo publicado por Álvarez:

Despertar en la mañana de este domingo 25 de septiembre con la lamentable noticia del fallecimiento de José Fernández en un accidente marítimo, ha sido uno de los momentos más dolorosos de mi vida.

A “Joseíto” lo empecé a seguir en el 2012 cuando estuvo en el juego de Futuras Estrellas en Kansas City. Algunos meses después, ese joven lanzador cubano hizo su debut en el Citi Field de Nueva York. Ese

día, el mundo de Las Mayores vio nacer a una estrella.

Recuerdo como si hubiera sido ayer la primera vez que lo vi lanzando en vivo… El viernes 2 de agosto de 2013 asistí con mi papá, mamá y hermano al Marlins Park para ver a los peces enfrentarse a los Indios de Cleveland. Horas antes del juego, nuestro amigo Juan Pablo Galavis nos pudo ayudar a conseguir los tickets para asistir al compromiso. Al ver el mensaje con la confirmación, cerré el puño y celebré mucho, pues sabía que estábamos a punto de ver un gran espectáculo.

Mi familia no estaba tan convencida de ir, pues al día siguiente volvíamos a Caracas y aún teníamos compromisos por delante, pero acordamos que nos quedaríamos en el juego hasta que Fernández terminara su actuación. Para mi fortuna y la de todos los presentes, Joseíto lanzó una joya en la que abanicó a 14 bateadores y no permitió carreras. Los aplausos fueron infinitos, la ovación fue tremenda.

Momentos antes de comenzar la acción, me acerqué hasta el jardín derecho, donde él solía hacer sus calentamientos previos al juego. Yo cargaba una franela negra con su número y en algún momento de su preparación, el lanzador me miró, me di media vuelta, apunté al 16 en mi espalda, me volteé de nuevo y con mi mano derecha lo saludé, le deseé suerte y posteriormente, él me saludó e hizo un gesto afirmativo con su cabeza. A partir de ese momento, se convirtió en mi ídolo. Me fui a mi silla, él a su «oficina», el montículo, lo demás quedó para la historia y terminó de convencerme.

Meses después, fue nombrado como novato del año de la Liga Nacional, un 11 de noviembre, otra fecha inolvidable.

En la siguiente temporada me tocó seguir desde Venezuela sus actuaciones hasta que llegó la triste noticia de que él iba a ser operado en su brazo de lanzar, una cirugía que lo dejó más de un año fuera de los terrenos.

Cuando yo supe que me iba a mudar a Miami, de inmediato pensé en los Marlins, pero especialmente en José, en que iba a hacer todo lo posible para estar en el juego de su regreso, y así fue.

El 15 de junio de 2015, el mismo Fernández anunció en televisión que el 2 de julio de ese año, iba a regresar. No pasaron 24 horas y ya tenía mis entradas y todo listo para verlo en su vuelta.

El día llegó: Admito que entre el 1 y 2 de julio pude acumular muy pocas horas de sueño, quizás ni siquiera pude dormir, pues la emoción y la ansiedad eran algo más grande que yo. Desayuné en mi casa, dejamos a mi papá en su oficina y a las 10 de la mañana de ese jueves (el juego era a las 12:10), mi hermano Santiago y mi gran amigo, Alejandro Bujanda, llegamos al parque de la Pequeña Habana para el gran regreso.

Apenas se abrió la puerta principal, entré al estadio y sentí algo distinto y difícil de describir, estaba cumpliendo un sueño. Como aquella primera vez, me dirigí al bullpen para verlo prepararse, esta vez un poco más cerca y con más compañía.

El comienzo fue duro, los Gigantes de San Francisco, en ese momento los campeones, picaron adelante con dos carreras en la misma primera entrada. En el quinto inning, con 81 pitcheos en su cuenta, estaba la duda de si Fernández saldría a batear. Así lo hizo, enfocado y sabiendo que tenía que empezar la reacción de su equipo.

Al segundo envío que le lanzó Matt Cain en ese turno, José hizo un swing en el que le puso el corazón y el resultado fue un jonrón por el jardín izquierdo. Al principio no tuve palabras, solo saltaba y gritaba de la emoción, abracé a mi hermano y a Alejandro, en el momento más maravilloso que me ha regalado el beisbol, ver un cuadrangular de mi ídolo, pitcher, no un slugger.

Los Marlins reaccionaron de forma inmediata y pudieron llevarse la victoria, en uno de los juegos más memorables que recordaremos todos los aficionados que estuvimos ahí.

En este 2016, de sus 16 salidas en la temporada regular en Miami – como el 16 de su número -pude asistir a 15 de ellas, incluyendo la primera en abril contra Detroit y la última el pasado martes 20 contra los Nacionales, pero también debo sumarle aquella del entrenamiento de primavera contra los Yankees, así que en total, asistí al estadio a verlo en 16 oportunidades.

Me siento afortunado, privilegiado e incluso bendecido por haberlo visto lanzar. Para eso debo agradecer a mis padres, a mis amigos que me acompañaron y a Yiky Quintana, narrador del circuito de radio en español de los Marlins, él ha sido una persona muy especial y a quien le agradezco por su gentileza y ayuda para poder disfrutar de los juegos de Fernández en el estadio.

En julio de este año, luego de una apertura contra los Rojos de Cincinnati, mis amigos Valentina Martínez, Valeria Atencio y Erick Díaz, nos quedamos en el estadio al finalizar el juego. Para mi sorpresa, Fernández se acercó a los fanáticos que estábamos presentes en la salida del club house y cada uno, incluyéndonos, nos fuimos a nuestras casas con un autógrafo, una foto y un gran recuerdo de su gentileza.

Le pude decir, en tono sarcástico y bromista, “cualquiera cree que estás cansado luego de lanzar ocho ponches en seis innings, casi nada.” Él respondió con una sonrisa, esa que lo caracterizaba y con la que transmitía tanta alegría. Un mes después tuve la oportunidad de tomarme una foto con él, (muy particular, por cierto) en un supermercado del área de Westchester, Miami. Estreché su mano, nos saludamos y sonreímos.

Pensaba ir este lunes 26 al estadio para despedirlo en la temporada, posiblemente su última apertura en casa, pero lo que menos imaginé es que el pasado martes 20, sería una despedida para siempre.

En su último inning, Fernández se vio en problemas ya que el juego estaba por la mínima diferencia y las carreras del empate y la ventaja, estaban en circulación por los Nacionales de Washington. Con dos outs en la pizarra y más de 100 lanzamientos encima, José retiró a quien en ese momento era el líder bate en todo el beisbol, Daniel Murphy.

Lo hizo de manera espectacular y al llegar al dugout, fue recibido por todos su compañeros, especialmente Barry Bonds, quien lo abrazó y lo besó como si fuera su propio hijo. Así lo sentía el poderoso ex bateador, líder en jonrones de todos los tiempos.

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