Discusiones callejeras, alegatos a favor o en contra, carteles y preparativos para la firma de un histórico convenio entre las FARC y el gobierno tomaron por asalto el domingo a Cartagena, sede de la ceremonia de lo que podría convertirse en el principio del fin de 50 años de la guerra entre las partes.
Como una suerte de muestrario de las expectativas de todos los colombianos, esta ciudad costeña del Caribe se prepara para las actividades en las cuales el presidente Juan Manuel Santos y el líder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, «Timochenko» cuyo nombre legal es Rodrigo Londoño, estamparán el lunes su rúbrica en un plan de paz negociado durante casi cuatro años en Cuba.
Quince presidentes latinoamericanos, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, y el secretario de Estado norteamericano John Kerry presenciarán la firma en la ciudad caribeña de Cartagena. El gobernante cubano Raúl Castro arribó el domingo en la tarde, así como su colega salvadoreño Salvador Sánchez Cerén y el rey Juan Carlos de España.
La ceremonia del lunes en la tarde estará cargada de simbolismo. Las más de 2.500 personas que participarán fueron invitadas a vestir de blanco como un signo de la paz, y Santos estampará su firma en el acuerdo de 297 páginas con una pluma hecha a partir de una bala utilizada en combate.
«La firma con la guerrilla es el tema del momento. He vivido la guerra», dijo el comerciante Pedro Puchi, de 69 años, quien residió en Córdoba, una de las principales zonas de conflicto. «No quiero más», agregó mientras el taxi en que viajaba, ambientado con música de vallenato, esquivaba ambulancias y militares armados que se incrementaron en la víspera de la llegada de decenas de personalidades.
En un puesto callejero que ofrece tanto tejidos tradicionales como ropa china en la barriada de Getsemaní, la vendedora Marina Pedraza explicó por qué está a favor del acuerdo.
«Tal vez no sea el fin de la guerra en lo inmediato o de toda la violencia, pero puede ser el inicio de un camino de armonía y el perdón entre los colombianos. No podemos seguir en esta sociedad de odios», declaró.
La firma del documento abrirá paso a un plebiscito el domingo 2 de octubre en el cual los colombianos votarán si respaldan o no el acuerdo y los diálogos desarrollados entre los representantes de Santos y de las FARC.
Las encuestas dicen que la mayoría está a favor de la firma y de que las FARC dejen las armas para convertirse en un partido político, pero no faltan las expresiones de desacuerdo con la solución alcanzada.
«María Letvan, quien circulaba con su hijo en un auto rojo por las calles del barrio residencial Manga, con un cartel pegado en el vidrio trasero en el cual se leía: «Yo voto NO».
Por su parte, para el ama de casa Martha Araujo su desacuerdo con la firma se centra en que el gobierno se comprometió a dar un subsidio inferior a un salario mínimo a los rebeldes. «Se hará con los impuestos de los colombianos. Deberían ofrecerles un trabajo», dijo.
En un centro comercial colindante con el colonial Castillo de San Felipe se instaló una manta de varios metros que reza: «Voto NO al plebiscito para que haya paz verdadera. Para que los responsables de atrocidades no participen en política». Y metros más allá, otra pancarta en una esquina que muestra dos manos dibujadas como las alas de una paloma expresaba: «La Paz, Va!»
Las últimas encuestas indican que un 54% de los colombianos le dará su voto al «sí» a favor del acuerdo en su intención para el plebiscito frente a un 34% para el «no». El 12% de los consultados desconocía el tema o se abstuvo de responder, según cifras publicadas por la emisora Caracol Radio en base a un estudio realizado por la firma Cifras y Conceptos la semana pasada.
Para que sea refrendado se necesitan poco más de 4,5 millones de votos de los 35 millones de ciudadanos aptos para sufragar. Los propios negociadores gubernamentales que trabajaron en La Habana están moviéndose por todo el país para promocionar el voto por el sí.
En el pequeño poblado de Carmen de Bolivar a unos 120 kilómetros de Cartagena, en una zona donde la guerrilla dejó muchos desplazados y es proclive al no, los negociadores encabezados por el delegado de Santos, Humberto de La Calle, se esforzaron en un acto público en la plaza central para convencer a los ciudadanos distribuyendo los textos del acuerdo, constató la AP.
«Mañana es una gran fiesta en Colombia», dijo a periodistas el senador Roy Barreras. «Somos capaces de mostrarle a otros pueblos que es posible parar una guerra a través del diálogo».
A lo largo de estos años de diálogos en La Habana, la principal oposición a un acuerdo con la guerrilla estuvo encabezada por expresidente Álvaro Uribe, quien exhorto a aplicar mano dura contra los rebeldes.
Iniciadas a finales de 2012 en Cuba, y con los auspicios de Noruega, Chile y Venezuela, las conversaciones entre las partes se realizaron en base a una agenda de seis puntos que fue sumando acuerdos parciales en diversos temas, entre ellos los problemas de la tierra, el combate al narcotráfico, la participación política de las FARC y los movimientos sociales y el resarcimiento a las víctimas.
A finales de agosto las partes anunciaron en Cuba que la mesa de diálogo había llegado a un acuerdo (el que será firmado el lunes) y se avanzó en un cese al fuego bilateral.
Pese a los esfuerzos de las FARC y el gobierno colombiano, la reconciliación entre los habitantes parece compleja tras un enfrentamiento que dejó más de 220.000 muertos, miles de desaparecidos y millones de campesinos desplazados a las ciudades desde que se iniciaron las hostilidades en 1964.
En los últimos 15 años el ejército colombiano, apoyado por el gobierno de Estados Unidos, desató una ofensiva que diezmó las tropas del movimiento insurgente pero sin derrotarlo completamente, lo que puso a las partes en la necesidad de sentarse en una mesa de diálogo o de lo contrario el conflicto amenazaba con continuar indefinidamente.
Estos acuerdos de paz representan el fin del movimiento armado más antiguo de América Latina. Actualmente el gobierno también adelanta conversaciones hacia la paz con el otro grupo guerrillero más pequeño, el Ejército de Liberación Nacional.