Un hombre murió ocho horas después de haber recibido un balazo disparado desde un vehículo en marcha, cuando en compañía de tres de sus amigos jugaba una partida de dominó en la calle, frente a una cancha deportiva, en el sector Bella Vista, hacia el río Turbio.
El infortunado fue identificado como José Ramón Malvacías Pichardo, de 23 años, hijo de Adrián Malvacías (difunto) y Coromoto Pichardo, con residencia en la calle 48 con Ribereña, de esta ciudad. Era el tercero de cinco hermanos.
Estaba casado con María Mendoza y ambos estaban procreando dos hijos: uno de cuatro años y un bebé de seis meses.
Se dedicaba a la venta de tostones, dijo su hermana Yelitza, quien junto con otros familiares aguardaba ayer en la mañana, en la morgue, la entrega del cadáver.
Refirió que, según la versión obtenida después del suceso ocurrido a las 6 y media de la tarde del jueves, su hermano se encontraba junto con tres de sus amigos jugando una partida de dominó, en la entrada de una vivienda, frente a la cancha deportiva del sector, cuando sorpresivamente apareció un vehículo, cuyas características no fueron precisadas, de cuyo interior alguien disparó un arma de fuego.
Una bala alcanzó al joven en el muslo de su pierna izquierda y cayó al suelo, siendo auxiliado y trasladado a la emergencia del Hospital Central Universitario Antonio María Pineda.
Una vez que se conoció el hecho, sus familiares acudieron al mencionado centro asistencial para estar pendientes de su estado de salud, expresó la informante.
Nos pidieron que por falta de insumos, había necesidad de que nosotros compráramos yeso, vendas, soluciones y el kit quirúrgico, indicó. Gastamos más de 30 mil bolívares y llevamos todo eso a la emergencia.
Sin embargo, nos dijeron que había que esperar para que lo intervinieran quirúrgicamente.
A las ocho de la noche recuerdo que lo vimos tranquilo, pero luego comenzó su sufrimiento.
Consideramos que no fue atendido debidamente, ya que fue ingresado a eso de las siete de la noche y lo dejaron tendido en una camilla.
Cuenta que los familiares a medida que iba transcurriendo el tiempo se sentían más angustiados porque veían que el herido se mostraba muy inquieto, se quejaba mucho y llegó un momento en que prácticamente no aguantaba el dolor y gritaba.
Pero, inexplicablemente, no se le hizo caso a sus desesperados quejidos y llegó un momento en que, de la herida, brotaba la sangre.
Cuando llegó sangraba muy poco, pero después de la medianoche comenzó a agravarse.
Al verlo en ese estado, varias veces le pedimos a las enfermeras que llamaran a los médicos para que la operaran, porque observábamos que su situación se hacía muy crítica.
Pero, de nada valían las palabras de nuestra preocupación, ya que nos decían que debíamos esperar porque lo iban a operar más tarde.
Insistíamos en que habíamos comprado todo lo que se necesitaba para que lo operaran; sin embargo, no hacían nada por él.
A las tres de la madrugada me fui a mi casa porque no había dormido nada y tenía que cuidar a mi bebé. Me dormí, pero a las cinco de la mañana recibí una llamada telefónica. Me dijeron que había muerto. Yo dije: lo dejaron morir. ¿Para qué nos pidiéramos que comprarámos todo lo que se necesitaba si no lo iban a operar?
La declarante manifestó que en su opinión hubo negligencia, ya que su hermano fue ingresado consciente y tuvo oportunidad de ser operado. Murió, prácticamente, 8 horas después de ser ingresado.