Los procesos de negociación en la búsqueda de la paz han estado y continuarán estando inmersos de la dinámica mundial. Desde siempre y por siempre, por los siglos de los siglos para asociarlos con la liturgia religiosa. Asociados igualmente al problema del poder, en todas sus expresiones o vertientes. Cuando ni el país ni el mundo soñaban con ser la “aldea global”, los conflictos políticos, en mayor o menor media, eran rasgos de la cotidianidad, procurándose resolverse en los espacios que las circunstancias demandaban.
El acuerdo de paz que se propicia en Colombia, es un ejemplo de lo que significa un proceso de negociación. Que está por firmarse y tiene sus detractores políticos, incluyendo ex presidentes. El Acuerdo Cuba- EEUU, como es de suponer, también tuvo sus particularidades. Con las incógnitas en cuanto a su avance, en medio de las disputas y anuncios de la campaña electoral estadounidense. Ubiquémonos en el otro lado del hemisferio. El mapa muestra la diversidad, con Siria, en relieve.
En Venezuela, donde el diálogo es apoyado por la casi totalidad de los ciudadanos que son consultados, los esfuerzos por concretarlo no han estado a la altura de quienes tienen esa responsabilidad. El axioma: “La posibilidad de solventar un conflicto es llegando a un acuerdo”, dentro del espíritu pacífico, no está en los cálculos de la dirigencia actual. Con sus tonalidades y visos de apertura.
Se habla de negociaciones y muchos tienen la sospecha, acerca de una rémora cultural genética, de una praxis histórica, que a diferencia de los que pauta la teoría que fundamenta dicho proceso y las técnicas que se incorporan para configurarla como especialidad académica, prevalece la idea que al final serán pocos los beneficiados, asociados a cuotas de poder y dividendos en términos monetarios. El “cuánto hay pa’ eso”, que popularmente lo describe como comportamiento típico del servidor público, con sus honrosas excepciones y, que, en medio de la crisis, se ha arraigado. Tanto como aferrarse al poder por el poder mismo.
Se dice que los derechos no se negocian.. Pero los derechos que se acordaron consagrar, por ejemplo, en las Constituciones o leyes que cada República se diera para beneficio de los ciudadanos, en el Pacto Social fundacional del Estado, cuántas veces se respetaron. Comenzando por la igualdad y la esclavitud.
Hay que tener cuidado con los argumentos que se exponen para defender la negociación política. Se dice que la oposición chilena negoció con Pinochet. Cierto, pero se oculta quien negoció antes con Pinochet o los representantes del ejército sureño, su llegada al poder, llevándose por delante los valores democráticos constitucionales. ¿Quiénes apoyaron esos procesos y qué intereses estaban en juego?
El poder militar es pieza fundamental dentro del tablero de las negociaciones. En el escenario mundial es la plataforma para intervenir en los asuntos internos de otros países. Incluso invadiéndolos, pasando por encima de los organismos internacionales y convirtiéndolos en verdaderas entelequias, con la complicidad de muchos de sus integrantes. Complicidad que traduce negocios económicos e intereses políticos.
David Estulin, estudioso del tema del poder económico como sostén del poder político mundial, en el entramado de intereses de las grandes corporaciones y líderes, sostiene que el sector militar hasta ahora no ha podido ser penetrado por la estrategia internacional trazada para derrocar al gobierno venezolano.
La sustentabilidad, en todos sus órdenes, pasa por un acuerdo nacional.