Hace 88 años, el cirujano escocés, Alexander Fleming, descubrió la penicilina un antibiótico que pudo haberle salvado la vida a cientos de soldados que murieron durante la primera guerra mundial.
Fleming participó en los épicos actos bélicos como capitán en el Cuerpo Médico del Ejército, durante ese tiempo observó como las personas fallecían por infecciones simples, pero que para el momento no tenía la cura adecuada.
Al regresar de la guerra continuó su investigación por hallar la sustancia ideal, sin embargo no fueron sus estudios lo que lo llevaron a la conclusión del descubrimiento de la penicilina, sino un accidente en su laboratorio.
De acuerdo a los historiadores, el desorden en su sala de investigaciones hizo que en lavaplatos encontrara platos sucios, entreverados con varias placas de vidrio, de las que se usan para realizar observaciones en el microscopio, en las que estaban empezando a crecer las bacterias.
Antes de descartarlas Fleming observó cada una de ellas y notó que las bacterias de estafilococo que habían estado en contacto con el moho que había crecido en alguno de los platos, habían sido eliminadas.
Esto le llamó muchísimo la atención, tomó muestras del moho y descubrió que era perteneciente a la familia penicillium. Posteriormente a ello escribió una artículo en el British Journal of Experimental Pathology, en 1929, sin embargo no tuvo la repercusión esperada.
No fue sino hasta después de la Segunda Guerra Mundial, cuando Ernst B. Chain y Sir Howard Florey se dieron cuenta de la importancia y continuaron la investigación para elaborar los medicamentos.
Gracias a ello, Fleming obtuvo el Premio Nóbel a la Medicina, obtuvo el título de Sir en 1944. En 1946 recibió la Medalla de Oro de Honor de la Royal College of Surgeons. En 1948 fue condecorado con la Gran Cruz de la orden de Alfonso X.
Fleming falleció el 11 de marzo de 1955 producto de un ataque cardíaco. Fue condecorado con los honores de un héroe nacional en la Catedral de San Pablo de Londres.