Es una nación suramericana en crisis: las empresas cierran, los precios de la comida se disparan y los hospitales se quedan sin suministros básicos como papel absorbente y vendajes.
No, esto no es Venezuela, sino la cercana Surinam, una excolonia holandesa multiétnica donde la economía está en caída libre debido al colapso global de los precios de materias primas y del desplome de la moneda local frente al dólar.
La vida se ha hecho muy difícil en este aislado país de unas 540.000 personas en la costa nordeste de Sudamérica, que según el Banco Mundial tiene ahora la tercera tasa de inflación más alta del mundo, por detrás de Venezuela y Sudán del Sur.
«Estoy absolutamente preocupado porque mi país se esté convirtiendo en otra Venezuela», dijo Umar Nazier, que cerró en junio su restaurante de parrilla al estilo de Texas porque el coste de los ingredientes se había multiplicado por dos. «No tuve otra opción que ajustar los precios de mi menú, pero estos nuevos precios espantaron a los clientes».
El Fondo Monetario Internacional, que autorizó un préstamo en mayo de 478 millones de dólares a Surinam, espera que la economía se contraiga un 2% este año. La Oficina de Estadística de Surinam señaló que la inflación está en un 64 interanual, desde la media del 4% entre 2013 y 2015.
Los principales motivos para el colapso son la caída de los precios para las principales exportaciones de Surinam —oro y petróleo— y el cierre el año pasado de la refinería de aluminio Alcoa, que fue durante mucho tiempo un pilar de su economía. Es probable que el presidente Desi Bouterse también contribuyera con fuertes gastos antes de las elecciones de mayo de 2015, que agotaron las reservas de divisas.
Bouterse ha congelado los precios minoristas de combustible y evitado subidas en el precio de la energía, en contra de las recomendaciones del FMI para proteger el presupuesto. También ha prometido estabilizar la tasa de cambio del dólar de Surinam, que ha perdido más de la mitad de su valor frente al dólar en el último año.
El presidente dijo el martes en una rueda de prensa que los requisitos del FMI son «muy duros» y que su gobierno podría tener que retirarse del acuerdo de préstamo y buscar ayuda en otros lugares, como el Banco Islámico de Desarrollo.
«El FMI es frío y sólo piensa en los números y los plazos que acordamos», dijo Bouterse. «Si el acuerdo con el FMI se vuelve demasiado difícil de seguir, si nos arriesgamos a convertirnos nosotros mismos en víctimas del acuerdo, tendremos que buscar otras opciones».
Como en otros países dependientes de las importaciones, la atención sanitaria se ha visto especialmente perjudicada. Los médicos del Hospital Académico de Paramaribo, el más grande del país, subieron hace poco un video a YouTube pidiendo ayuda a los surinameses residentes en el extranjero, señalando que se habían quedado sin materiales como tubos estériles. «Hemos llegado al punto en el que la gente morirá de algo evitable», dijo uno de ellos.
Es una nación suramericana en crisis: las empresas cierran, los precios de la comida se disparan y los hospitales se quedan sin suministros básicos como papel absorbente y vendajes.
El gobierno insiste en que la crisis pasará.
«La situación actual, por supuesto, es difícil. Aún necesitamos recuperarnos de esta crisis», dijo Hoefdraad en un mensaje en video que el gobierno publicó el mes pasado. «Pero las perspectivas a medio plazo se ven mucho, mucho mejores».