Cuando Dios hizo al hombre lo hizo para que viviera eternamente y eso lo llevamos en los genes. Es por ello que nos cuesta mucho lidiar con el problema de la muerte. Cuando medito en la muerte de Abel en manos de su hermano Caín, no puedo imaginar el indescriptible dolor que sintieron en su corazón sus padres. Aquello, debió ser espantoso. De allí, que nadie sobre la tierra está preparado para afrontar esa plaga que entró en la vida del ser humano con el pecado.
Sin embargo, cuando una persona muere a la edad de este insigne personaje, Adolfo Álvarez Perera, y con las incontables acciones en pro de los demás en su hoja de vida, en el fondo de nuestros corazones, debajo de esa inevitable tristeza, en medio del pesado luto que llevamos en nuestros hombros, subyace una especie de satisfacción por el legado dejado. Y Dios tiene versículos dedicados especialmente para ellos. «Los días de nuestra edad son setenta años; y en los más robustos son ochenta años». Sal. 90:10. Lo que indica, que Dios tipifica a estos prohombres como robustos no solo físicamente que fue lo más visible, sino en las distintas facetas de la vida que le tocó afrontar con valentía y sabiduría. Y eso fue lo que Don Adolfo mostró en vida. Otro texto que podemos colocar en paralelo con este lamentable fallecimiento, es el que dice «Perece el justo… y los píos son recogidos, y no hay quien entienda que delante de la aflicción es quitado el justo» Isa. 57:1. O sea, que Dios permite que los hombres buenos como este caballero, vayan al descanso por su bien. Y luego, Dios agrega «… entran en la paz. Descansan en sus lechos, los que andan en su camino recto» vers 2. ¿Cómo les parece?
Pero el texto que mas me llama la atención cuando revisamos su legado, es este. «Y oí una voz del cielo que decía: Escribe: «Bienaventurados los muertos que de aquí en adelante mueren en el Señor. Sí -dice el Espíritu- para que descansen de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen». Apoc. 14:13. «Sus obras con ellos siguen», se refiere a la influencia que deja tras sí una buena persona cuando muere. Significa, que ellas serán recordadas por toda mente sensata e inteligente que las vio, y conoció con admiració y respeto. Las cuales deberán imitar para su propio bien. Una de sus célebres frases fue “ellos que no y nosotros que sí”, palabras que identificaron su optimismo en lo que emprendía.
Por ello, los homenajes recibidos en vida demuestran el significado de sus obras, cuando caminó por esta tierra. Por ejemplo, la temporada 2010-2011 de la LVBP se jugó en homenaje a su trayectoria y el pasado mes de mayo fue honrado por Sorgo, que develó su busto en el patio principal de la ganadera, como muestra de respeto y admiración por sus aportes a los productores del campo. Pero la calidad de su obra, que con él seguirá, y que deberían imitar las nuevas generaciones que circundan los círculos empresariales y de espectáculos deportivos del país en general, la voy a resumir de manera sencilla en lo dicho por el periodista Domingo Álvarez. “Don Adolfo Álvarez Perera está considerado la gran reserva moral y ética de la liga, un hombre conciliador, de carácter cordial, jocoso, empresario y ganadero de éxito y larense por los cuatro costados, alguien que dejó una huella indeleble en la historia de la pelota rentada”. Clarito como el agua cristalina. ¡Hasta el próximo martes Dios mediante.
William Amaro Gutiérrez