El tema que ocupo es de cuidado. No soy profesor de gramática, y sus connotaciones dentro del lenguaje, conjunto o sistema de formas, signos orales y escritos que sirven para la comunicación entre las personas de una misma comunidad lingüística, son complejos.
Puede entenderse también como la capacidad humana que permite conformar el pensamiento. En ese sentido, lo utilizamos de manera cotidiana para poder convivir.
Si algo distingue a los venezolanos es nuestra forma de comunicarnos. Muy frecuente el uso de muletillas. Por ejemplo, la palabra “chévere” es el epicentro de nuestras vidas. Todo en Venezuela está “chévere”, nos va “chévere”, Maduro es un tipo “chévere”… y Diosdado “chévere”.
La lengua castellana es maravillosa y una de las más ricas del mundo. Manejar nuestro idioma es algo que puede ser bastante confuso. Sin embargo, es público y notorio que los venezolanos tenemos una forma de hacerlo bastante particular.
Llenamos todo de modismos y jergas populares que modifican nuestro dialecto, sus palabras, significados y aplicaciones.
Leemos en Internet y escuchamos en la vida cotidiana que los venezolanos no poseemos amigos, tenemos brothers, costillas, o compinches. Tampoco asistimos a fiestas, vamos a rumbas, bochinches, parrandas y bonches. Cuando saludamos a un conocido no decimos hola sino pana. Es más común la expresión ¡tremenda pea! antes de ¡qué borrachera!
En Venezuela no tomamos cerveza, bebemos birras y curdas. No pedimos favores, solicitamos una segunda. Aquí las cosas no cuestan dinero, valen palos, lucas, fuerza, tablas y melones. Lo mejor de todo es que en esta tierra no nos burlamos de la gente, le montamos chalequeo.
Cuando nos gusta una dama no la enamoramos, le echamos los perros. En Venezuela el injusto no es malo sino un roedor. En esta nación no requerimos que nos lleven a algún lugar, pedimos la cola. Al momento de cobrar, mandamos a bajar a la gente de la mula.
Es extraño que usemos algunas palabras para expresarnos y no tengan nada en lo absoluto con su significado estricto. La Real Academia Española define, por ejemplo, pana: Tela gruesa semejante al terciopelo.
Un día, en una reconocida panadería de la ciudad solicité el favor de un “vaso de agua”, expresión que llamó la atención a una dama quien trató de corregirme, o descalificarme ante un buen número de clientes:
“No se dice “vaso de agua”, se dice “vaso con agua”, me respondió. En el derecho a mi defensa le expliqué, para evitarle confusiones de esa naturaleza en futuras ocasiones que la Real Academia Española acepta «vaso de agua» para referirse al contenido o a la medida.
Cómo se pediría entonces, ¿un metro de tela, o un metro con tela? ¿Un litro de leche, o un litro con leche?
No obstante, para hacerle sombra a lo que pudo ser un error, al final opté por advertirle que, aunque utilicemos «vaso de agua» o «vaso con agua», de todos modos tomamos agua.
Los venezolanos también decimos “miér…colesss”, cuando algo nos sorprende; “bájale dos”; cuando el insulto es muy fuerte, o “epa gallo, mosca con aquel sapo, cuídate de una culebra”.
“Así son las cosas”, decía el querido colega Óscar Yánes.