Séptimo Día

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Hace 36 años tuve la fortuna de arribar por estas tierras, a cumplir responsabilidades de trabajo, y me tocó conocer una ciudad llena de parques hermosos, con plazas y avenidas de un gran verdor, con tardes impregnadas de crepúsculos, con su gente afable y servicial, con una bella tradición musical, lo cual me sembró para siempre en esta hermosa tierra.

No resulta fácil para alguien nacido en Maracaibo arraigarse en otro lugar, dado nuestro reconocido regionalismo y apego al lar nativo, sin embargo toda esa tradición fue superada y hoy en día, después de tantos años transcurridos, me considero un “barquisimetano” más. Buena parte de mi descendencia familiar es oriunda de acá y he logrado asimilar su cultura, tradiciones y la devoción mariana por la Divina Pastora, a la cual acompañamos en su peregrinaje cada 14 de enero.

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Pero hay algo a lo que deseo referirme de manera muy especial, y es lo que tiene que ver con el desapego que observo en las generaciones de jóvenes larenses hacia algunas cosas muy puntuales relacionadas con sus costumbres y tradiciones; es así que siendo Barquisimeto la capital musical de Venezuela, y existiendo en las diferentes emisoras de radio y televisoras de la región excelentes programas dedicados al folklore y la música venezolana, se encuentren ausentes de las pautas: el tamunangue, La Pequeña Mavare, Pablo Canela, Los Violines de Tintorero, el Golpe Tocuyano, los Hermanos Gómez, Carota Ñema y Tajá, Santoral, Don Pío Alvarado, Alirio Díaz, Cheo Bullones, Luis Enrique, Barquisimeto IV, y tantos otros que enriquecen el gentilicio larense.

Pareciera que para nuestros colegas la música “venezolana”, solamente es aquella interpretada con arpa cuatro y maracas y por cantantes de origen llanero o por los comúnmente conocidos como “vegueros”; es hora de ir al rescate de los valores larenses de ayer y de hoy, para de esta manera dar a conocer a las nuevas generaciones y a los visitantes los orígenes de la música larense, la musa inspiradora del maestro Antonio Carrillo, Juancho Lucena, Juan Pablo Ceballos, Rafael Miguel López, Don Pío Alvarado, Juan Ramón Barrios, Martín Díaz Peraza, Pablo Canela, y tantos otros.

Igual ocurre con la bebida espirituosa de esta tierra, mejor conocida como el “cocuy”, y entonces uno se pregunta: por qué si los mexicanos están tan orgullosos de sus mariachis y su tequila, no ocurre algo similar con el cocuy de penca, de mejor calidad y sabor y de una hermosa tradición en su elaboración; debería hacerse un esfuerzo en promocionar la calidad de esta bebida autóctona y lograr quitarle ese estigma de que su consumo solo está destinado a los sectores del más bajo estrato de la población y convertirla en un obligado aperitivo en nuestras tertulias y reuniones.

Se trata solamente de un esfuerzo mancomunado, al igual que se ha hecho con la proyección de nuestras artesanías, incluso en escala internacional, con una feria institucionalizada, con la desbordante devoción mariana por la Divina Pastora; con esa pasión por las tardes crepusculares, hacer lo propio con nuestra música, cantantes y compositores e igualmente acostumbrarnos a brindar en los momentos más especiales como trascendentales con la bebida genuina y nuestra el Cocuy, siendo la región larense donde se elabora; solo se trata de dar una pequeña muestra de “regionalismo” larense. Valor y pa´lante.

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