Los Escenarios del País: ¿Puede la represión evitar el cambio?

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El 9 de noviembre de 1989, el policía fronterizo de Alemania Oriental Harald Jäguer tomó una decisión que cambió el curso de la historia. Contra todo pronóstico, Jäguer desobedeció la orden de sus superiores de cerrar el paso a la multitud que quería cruzar el Muro de Berlín hacia Alemania Occidental, evitando así un trágico derramamiento de sangre.

Durante años la terrible policía política Stasi a la que Jäguer estaba adscrito subyugó a sangre y fuego a los ciudadanos de Alemania Oriental, hasta que los vientos de cambio que se producían en el Kremlin dieron al traste con el comunismo y la Guerra Fría.

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Lo ocurrido en Alemania Oriental y en otros países de Europa del Este evidencia que la represión como política de Estado no se puede mantener indefinidamente sin provocar lo mismo que se quiere evitar: El colapso del sistema.

Christian Davenport define a la represión como una de las posibles acciones reguladoras que los gobiernos adoptan contra los individuos o los grupos que desafían las relación y presión popular, será imposible el cumplimiento de este derecho constitucional.

En ciencias políticas hay opiniones divididas con respecto a los efectos de la represión sobre las protestas.

Personalmente, consideramos que sus efectos dependen en gran medida de la causa de la protesta, de la legitimidad de la misma y de las redes de acción colectiva que se tejen alrededor de ella. El referendo revocatorio es un clamor nacional más allá de la propuesta inicial opositora y es la llave para el cambio sea en 2016 o en 2017.

Tras el receso vacacional y el hito del 1 de septiembre como la expresión de una mayoría que exige resolver la crisis a través del referendo revocatorio, lo que se avizora en las próximas semanas es un incremento del conflicto, producto de la negativa del gobierno a activar la consulta aunado a la agudización de la crisis económica.

La protesta opositora tendrá éxito siempre y cuando se mantenga como hasta ahora en términos pacíficos. Recordemos que la violencia deslegitimó a la oposición en los años 2002 y 2003, en los que se desvirtuó un auténtico movimiento social de repudio a las políticas implementadas por Chávez, para culminar en un golpe de Estado, del cual el Presidente salió fortalecido.

En situaciones de conflicto y cuando las protestas se agudizan, la represión es utilizada por todos los gobiernos. Pero ni siquiera cuando se aplica selectivamente funciona indefinidamente para mantener la gobernabilidad y evitar el cambio, con el agravante de que su implementación produce serios daños en la legitimidad de los gobiernos.

Apostemos porque en nuestro país se imponga el diálogo y la negociación entre los adversarios. Sin estos no habrá transición posible.

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