El centro de la ciudad es uno de los principales sectores en los que se genera mayor cantidad de residuos alimentarios provenientes de los centros de comida rápida que funcionan en la zona. La mayoría de estos establecimientos cierran sus puertas entre las 6:00 y 7:00 de la noche, dependiendo del movimiento de clientes. Unos minutos después proceden a sacar los residuos, afuera varias personas esperan con ansias y revisan las bolsas con la esperanza de encontrar algún pedazo de pan o pieza de pollo -a medio comer- para poder alimentarse.
La historia se repite a diario y los trabajadores de esos locales son testigos principales de esta realidad. Cuentan que la basura que sacan a la calle “se ha convertido en el tesoro o en el modo de abastecimiento alimenticio para muchos”.
La encargada de un local ubicado en los alrededores de la calle 23 con avenida 20, quien no quiso ser identificada, manifestó que sacar los desechos a la calle se convirtió en un dolor de cabeza para los expendios de alimentos, de allí que tomaron de la medida de hacerlo justo cuando pasa el camión del servicio de Aseo Urbano.
“Cada vez que sacábamos las bolsas , unas 10 personas se encontraban a la espera y ellas, además de escarbar, dejaban los desperdicios regados, lo cual nos comenzó a ocasionar problemas con la municipalidad y la ciudadanía, porque nos responsabilizaban del estado de suciedad de las calles”.
La medida asumida para evitar la irregularidad trajo consecuencias: “En una oportunidad ese grupo de personas que dejó de obtener alimentos de nuestra basura amenazó con entrar al local y robarse la comida; en otra oportunidad intentaron acceder por la puerta posterior y, en el peor de los casos, han irrumpido en el restaurante para pedirle comida a los consumidores”.
Dice la encargada que la actitud agresiva es lo que más preocupa. “Estas personas también esperan en la puerta para quitarle a los clientes lo que solicitaron para llevar o que saquemos los residuos para tratar de arrebatárnoslos. He visto gente bien vestida, incluso viene regularmente una madre de familia con su bebé en los brazos”.
Isamar Alvarado es gerente de otro restaurante y dice que ellos sacan los desperdicios a las 8:00 de la noche. “Antes lo hacíamos a las 6:00 de la tarde y era algo terrible. Llegaban gran cantidad de personas a quitarnos las bolsas de basura, incluso en una ocasión golpearon a uno de los vigilantes porque no le quería dar la bolsas, igual sucede entre ellos: se pelean por los residuos”.
En el grupo que se dirige al recinto hay tres menores de edad que esperan que salgan los visitantes para pedirles dinero o restos de comida.
La semana pasada vivieron momentos de tensión cuando el camión de basura se acercó a la zona. “Ellos (los que comen de la basura) ya habían revisado una parte de los residuos y al llegar el camión, los trabajadores se dispusieron a entregar las bolsas cuando un grupo de cinco personas los rodeó con la intención de quitárselas, incluso sacaron dos bolsas que estaban dentro del camión; parecían perros salvajes con muchos días sin comer”, expresó un vendedor de frutas que no quiso ser identificado.
Además dijo que ese día en la mañana observó a una joven con un bebé en brazos que andaba de tienda en tienda pidiendo comida y alegaba: “Sálvenme con algo que anoche no pude conseguir nada y en mi casa todos tenemos hambre”.
Durante el recorrido realizado por reporteros de EL IMPULSO se pudo constatar que la situación se registra a cualquier hora del día, en distintos sitios de la ciudad. Son muchos los niños, jóvenes y adultos que optan por revisar los desperdicios dispuestos en la entrada de una casa, urbanización o edificio; deambulan por las calles, van de basurero en basurero hasta conseguir algo con qué calmar el hambre.
Existen personas que recolectan lo que consiguen para posteriormente comerlo en su casa y preparar aunque sea un hervido. Es decir, buscan entre las bolsas cualquier residuo puedan reutilizar para alimentar a la familia. Para otros, las calles representan el lugar en el que habitan y se alimentan.
Se supo que a las 7:00 de la noche, en la Plaza San José, todos los días llega un adulto mayor a escarbar en la basura e ingiere todo aquello que es comestible, incluso toma restos de comida del piso.
En el mismo espacio, dos jóvenes que no llegan a los 20 años de edad colocan las sobras de comida en unas hojas de hallaca, para que no se ensucien (más de lo que ya están). Recaudan una gran cantidad y luego lo engullen como si fuese un plato de comida exquisito.
“Podemos ver en las calles familias enteras, personas que tienen casa y pudieran tener algún tipo de trabajo ¿La razón? Cuando las personas pasan hambre de verdad sienten un fuerte dolor en el estómago y caen en la desesperación, más al saber que no tienen donde adquirir sus alimentos; todo esto crea una condición social de sobrevivencia.
No se trata de gente con algún problema mental, la realidad es que caen en una extrema depresión y pierden el miedo a los alimentos contaminados porque les importa más su vida que los que digan los demás, por eso comienzan a revisar la basura en un intento por calmar su necesidad fisiológica”, explica la psicólogo social, Hisveth Fernández, al ser consultada sobre este drama social.
Problema de salubridad
Miguel Rojas, presidente del Instituto Municipal de Aseo Urbano (Imaubar), aseguró que actualmente registra operatividad de 95% en todas las rutas del municipio Iribarren, con más de 60 camiones compactadores que hacen posible la recolección de desechos.
No obstante, admitió que son evidentes los problemas de salubridad ocasionados por las personas que revisan basura en busca de comida y luego dejan regados los desperdicios. Muchos camiones no tienen la capacidad de recolectar todos los residuos y es por eso que se observa suciedad en varios sectores de la ciudad.
“Además, se han registrado conflictos entre el personal que opera los camiones de basura y quienes esperan con ansias para revisar los desperdicios. Lo que hacen estas personas para saciar el hambre afecta el funcionamiento de Imaubar, porque evidentemente se crea un desorden. Es una realidad que se vive a diario y no existe ninguna ley que lo prohíba”, expresó Rojas.
Destacó la presencia de 16 cuadrillas de limpieza en los principales corredores viales de la ciudad. “Pero, ante este nueva realidad, fueron habilitadas 5 cuadrillas adicionales que realizan operativos especiales; asimismo, los camiones que cumplen la ruta en el centro de la ciudad fueron dotados con palas y escobas para asegurar que cualquier suciedad sea recogida”.
Las colas que se generan en las inmediaciones de los supermercados o comercios chinos, se han convertido en una preocupación adicional para Imaubar, dada la gran cantidad de basura que se genera.
Rojas resaltó la importancia de que cada ciudadano conozca el horario en el cual debe sacar los desechos a la calle.
“Cada zona cuenta con un cronograma para que pase el camión. Esta semana iniciará una campaña llamada ‘BQTO Te Quiero Limpio’ que invita a los ciudadanos a sacar la basura el día correspondiente y para garantizar el éxito la información sobre las rutas de recolección estará disponible en nuestra página web. Todos debemos aportar con el orden y limpieza de la ciudad”, puntualizó.
Dañino para la salud
El doctor Elías Mubayed advierte sobre la gran cantidad de efectos que puede tener, en la salud de una persona, el hecho de comer en la basura: “Lógicamente, la mayoría de estos alimentos están en estado de putrefacción y descomposición, por ende presentan una gran cantidad de bacterias que pueden ocasionar cuadros diarréicos, infecciones intestinales, entre otras patologías. Si el consumo es muy frecuente la consecuencia nefasta es la muerte”.
Indica que algunas personas tienen un buen sistema inmunológico y su organismo puede soportar, por un tiempo, ese tipo de alimentación porque tiene la capacidad para defenderse de las bacterias. “Pero, con el tiempo, esa capacidad podría mermar. Los niños, por ejemplo, presentan por lo general un sistema inmunológico que no se ha desarrollado, de allí que son presas fáciles de complicaciones”.
La moscas y los gusanos son un agregado en el proceso de descomposición de los alimentos, que incrementan la cantidad de bacterias que se producen y pueden ocasionar “enfermedades catastróficas”.