El Movimiento de Países No Alineados concluye este domingo su cumbre con la intención de revitalizarse e impulsar iniciativas de cambio en Naciones Unidas, pero existen dudas de que pueda lograrlo ante las dificultades de algunos de sus miembros, como Venezuela, sumida en una crisis compleja.
La XVII cumbre del movimiento, integrado por 120 países, llega a su fin en medio críticas de opositores y analistas que estiman que a pesar de la millonaria inversión que hizo el gobierno en la instalación del evento para fortalecer su respaldo internacional, la participación de jefes de Estado fue escuálida y no logró desvirtuar los señalamientos sobre el aislamiento en el que habría caído Venezuela.
El presidente venezolano, Nicolás Maduro, afirmó que en la nueva etapa que inicia el grupo bajo la presidencia de Venezuela, que ejercerá por tres años, se espera «arrancar una fase de gran vitalidad de gran dinamismo».
Para avanzar en ese proceso Venezuela impulsa la llamada «Declaración de Margarita», que _como adelantó Maduro la víspera_ contempla la búsqueda de acciones para la «democratización» del sistema de Naciones Unidas, así como la ampliación del Consejo de Seguridad.
El documento también plantea la retoma de las banderas del «nuevo orden económico internacional» para fortalecer las alianzas con el grupo de los BRICS _que integran Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica_ y con los bloques regionales.
Asimismo, se propone la búsqueda de soluciones a la causa palestina y la situación de los refugiados del Medio Oriente; la lucha por erradicación del terrorismo; el rechazo al bloque de Cuba; y la defensa por la «descolonización» de Puerto Rico.
En esta cumbre participaron ocho presidentes, además de Maduro, como Hasan Rohani, de Irán; Raúl Castro, de Cuba; Rafael Correa, de Ecuador; Evo Morales, de Bolivia; Robert Mugabe, de Zimbabue; Salvador Sánchez Cerén, de El Salvador; y Mahmud Abás, del oficialmente declarado Estado de Palestina.
«Millones de $ de los venezolanos gastados para el ego de una cúpula de Gobierno! La gran mayoría de los países no vinieron al show!», afirmó el dirigente opositor Henrique Capriles al cuestionar la cumbre, y sostuvo que «la inmensa mayoría no se presentó y se prestó a un show que ofende a los venezolanos».
A las críticas se sumó el domingo la coalición opositora, que en un comunicado consideró la cumbre como un «fracaso estrepitoso». Dijo que el movimiento «no puede seguir siendo un despojo de la Guerra Fría del siglo XX, ni puede seguir alineado con dictaduras sangrientas, con regímenes que amparan y promueven el terrorismo o con gobiernos que constituyen un peligro nuclear».
Las autoridades hasta el momento no han ofrecido cifras sobre los gastos de la cumbre. Como parte de los preparativos del evento en la Isla de Margarita se repararon y pintaron algunas vías y semáforos, se instalaron vallas a favor del gobierno, y se inauguró una pequeña plaza, muy cerca hotel donde se desarrolló la cumbre, donde se levantó una estatua de cobre de unos tres metros de altura del fallecido presidente Hugo Chávez.
«La cumbre de los No Alineados es una foto muy costosa para el pueblo venezolano, pero además de costosa resultó pobre, débil», opinó Félix Arrellano, profesor universitario y especialista en temas internacionales.
Arrellano dijo a The Associated Press que le sorprendía la escasa asistencia de mandatarios al evento, y planteó que el gobierno venezolano debe «revaluar completamente» su situación en el contexto internacional porque «cada vez tiene menos respaldo» y se «ratifica la tesis sobre el aislamiento».
Venezuela asume la presidencia del movimiento en medio de un complejo contexto por la severa crisis económica y las tensiones políticas que se han agitado a raíz de la iniciativa que promueve la coalición opositora para realizar este año un referendo contra Maduro.