Unos 40 envases de glicol, un químico usado para la fabricación de cosméticos, se esparcieron sobre el pavimento de la Circunvalación Norte. Pero, en la orilla de la vía se alzaba un desorden que pasmaba, el de una pared de bloques derrumbada y de latas dobladas por el golpe de una gandola Mack blanca que se estrelló, ayer, contra una de las viviendas que siluetean la autopista, en el sector Colinas de San Lorenzo.
Antes de que aparecieran las primeras luces del sol, el vehículo de carga pesada proveniente del estado Zulia y con dirección hacia Monagas perdió la orientación cuando se desplazaba en el sentido oeste-este desviándose hacia la casa. Afuera estaban los hermanos Neyibeth Nairobis y Juan Antonio Sivira Medina, de 15 y 16 años, dos de los nueve hermanos de esa familia. Salieron junto con su padre Juan Sivira porque habían escuchado ruidos. Este les recomendó entrar de nuevo. Se adelantó para que lo siguieran, pero, de pronto, lo aturdió un estruendo: el de la gandola que colisionaba y el de la pared que se desplomaba sobre sus hijos.
Sobre la hembra cayó el mayor peso del concreto. No pudo pedir auxilio a su padre, como sí lo hizo su hermano con la apremiante súplica “Papá, ayúdame. Estoy aquí”. El progenitor y los vecinos se apresuraron en socorrerlo. No así con La Pelona, como por afecto llamaban a la quinceañera. Su cuerpo había quedado completamente cubierto por los escombros. Debido a los golpes murió inmediatamente.
Antes del impacto, permanecían dormidos la madre y otros cinco hijos, quienes salieron ilesos.
En la emergencia del Hospital Central Universitario Antonio María Pineda, operaron con éxito durante la mañana a Juan Antonio. Y en el mismo recinto atendieron al conductor de la gandola, Miguel Ángel Quintinez Crespo, de 35 años. Él era el único ocupante de la cabina, cuya carrocería se deformó entera al chocar.
Dos hipótesis se manejan sobre las causas del accidente. Una apunta a que la Mack blanca presentó una falla mecánica y por eso el chofer perdió el control. Por otro lado, también se cree que el conductor intentaba esquivar una lluvia de piedras lanzadas por habitantes de la zona para obligarlo a detener la marcha. Pero falló e impactó contra la vivienda.
Acción preventiva
Un equipo de nueve funcionarios de los bomberos de Iribarren, al mando del primer teniente Jorge Parra, se encargó de eliminar con agua los residuos del químico derramado en el asfalto para evitar que ocurriera otro accidente, pues antes de que Protección Civil, Policía Nacional Bolivariana y bomberos terminaran de despejar la vía dos carros tuvieron un choque leve al perder ligeramente el control por el líquido que había atravesado hacia el canal contrario, sentido este-oeste.
Sin un bolívar para los gastos
No habían terminado de remolcar la gandola cuando los habitantes más jóvenes de Colinas de San Lorenzo se plantaron en la Circunvalación Norte con envases en las manos para pedir dinero a los conductores y con este ayudar a la familia a pagar los gastos funerarios de la jovencita, quien iba a comenzar a estudiar cuarto año de bachillerato en la Etir Pedro León Torres.
Mientras tanto, los adultos ayudaban al resto de los hermanos Sivira Medina a guardar los enseres en casa de otra vecina que se ofreció a hospedarlos mientras reconstruyen la casa.
La solidaridad era menester. El progenitor carece de un trabajo fijo y el dinero obtenido por la esposa con la venta de helados y cigarrillos apenas les alcanza para alimentarse.