¿Qué es un diálogo democrático?

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Según la guía práctica del Diálogo Democrático diseñada por expertos de varias instituciones como la Organización de Estados Americanos (OEA), el Programa de Desarrollo para las Naciones Unidas (PNUD),  entre otras, “América Latina continúa siendo el área más desigual del planeta” y por esa razón está sumergida en un conflicto permanente entre varios actores que consideran que sus objetivos son incompatibles, debido “a estructuras de poder muy concentradas, polarización política, dinámicas económicas insuficientemente  competitivas  en los mercados internacionales, instituciones estatales débiles o poco legítimas, problemas para controlar la criminalidad, pobreza persistente e inequidad, niveles ilimitados e irregulares de participación ciudadana y por supuesto problemas como el narcotráfico y el crimen organizado“, que acrecientan la complejidad y violencia.

No hay dudas de que a la sombra de estos conflictos está una “serie de demandas relacionadas con mejores condiciones de vida y salarios, generación de empleo, acceso y calidad de la educación, y protestas contra medidas económicas que perjudican el nivel de vida. Igualmente aspiraciones no satisfechas en la prestación de servicios públicos, problemas legales-judiciales y contraposiciones ideológico-político”.

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Concepto

Sabiendo cuál es el ambiente sociopolítico en América Latina y en la búsqueda de soluciones, varios actores plantean el diálogo como una salida a los conflictos estructurales. Ahora técnicamente, ¿qué es un Diálogo Democrático?, ¿cuál es su objetivo?

Según la guía supra mencionada elaborada por la OEA-Pnud, podemos definir éste tipo de dialogo “como aquel diálogo que respeta y fortalece la institucionalidad democrática, y busca transformar las relaciones conflictivas para evitar la crisis y la violencia, y por tanto contribuir a la gobernabilidad democrática”. Y claramente persigue como meta, no sólo intercambiar información sino transformar ejecutándose. Busca sin duda alguna formación de consensos básicos para el equilibrio de poderes, la apertura de nuevos canales de acceso para la participación ciudadana.

En fin, es un proceso donde se trabaja por un entendimiento sistémico de la problemática fortaleciendo las relaciones entre los actores involucrados, quienes deben manifestar en confianza y con respeto “sus ideas, preocupaciones, demandas y creencias trabajando juntos en forma pacífica y legítima”.

 

¿Cuál es la conducta debida de los actores?

Para dialogar democráticamente existe un código que orienta la conducta que deben tener los actores que participan en el proceso, cada participante tiene que mostrar respeto por el otro, empatía y amplia apertura a los diferentes puntos de vista. Sus conversaciones no pueden ser ocultas, ultradiscretas que no brinden transparencia, y cada actuación debe estar enmarcada en el deseo de entender las posiciones de su contraparte mostrando flexibilidad e inclusión. En resumidas cuentas la actuación gira en torno a la construcción de confianza.

El Diálogo Democrático no es igual al debate ni a la negociación.

Contrario a lo que el ciudadano común piensa, dialogar democráticamente no es lo mismo que debatir o negociar, ya que mientras en una negociación el resultado esperado es un acuerdo concreto, en el diálogo se apunta a la transformación de las relaciones humanas. Negociando se aspira a satisfacer intereses materiales mediante arreglos específicos acordados entre las partes; en tanto que dialogando se trabaja para crear nuevas capacidades humanas y políticas para resolver problemas. Cuando alguien se sienta a negociar ya tiene claro que está listo para alcanzar acuerdos, mientras que en el diálogo aunque no estén listos para acordar, definitivamente están convencidas de no continuar una relación destructiva.

Cuando se negocia se trata con bienes o derechos que pueden ser divididos, compartidos de manera tangible, el diálogo procura cambios más abstractos e integrales interponiendo la ética. Ahora, si contraponemos al debate y el diálogo nos encontramos con lo siguiente: en el debate los participantes se escuchan para rebatir al otro con diversos argumentos, en el dialogo los participantes oyen con atención a su contraparte para conocerlos mejor y comprender sus creencias e intereses. Debatiendo se defiende y se impone una idea, dialogando se comparten incertidumbres y creencias profundas, y para finalizar en los debates por lo general no se enriquecen los temas con información novedosa en tanto que en los diálogos sí.

 

¿Cuáles son los principios rectores?

Todo Diálogo Democrático debe regirse por unos principios que lo orientan a una buena percepción y ellos son los siguientes: la inclusividad que se refiere a la participación de todos los actores que pueden ser parte de la situación problemática y sobre quienes recae la responsabilidad de buscar la solución. La apropiación compartida principio que significa el convencimiento de cada actor de que es importante participar en el mismo.

El aprendizaje ya que los actores deben tener la apertura suficiente para aprender y comprender la problemática en la que se centra el diálogo. La humanidad vinculada con la empatía de ponerse en los pies del otro y la autenticidad de decir “claro y raspao” lo que se piensa para ser comprendido fácilmente. La confidencialidad implica la confianza en el dialogo sin pretender ganar poder sobre el otro y por supuesto sin temor a represalias por los puntos de vista. La perspectiva sostenible a largo plazo en soluciones perdurables suficientes para detener la violencia y conflictividad. La buena fe que hace desaparecer cualquier agenda bajo la sombra y compartir con honestidad sus conocimientos sumándoles la paciencia y la tolerancia.

Hay quienes piensan que el único rol que existe en un diálogo es el referido a los dialogantes, pues eso no es cierto; ya que en este proceso se involucran muchos papeles que cumplir y entre los que destacan los siguientes: Los promotores que son los responsables de fomentar y promover el dialogo en su inicio y velan por la implementación correcta del mismo en todas sus etapas. Los convocantes que invitan al dialogo y abordan a los posibles dialogantes para asegurar su participación en el dialogo. Los donantes que asumen el financiamiento de todo el proceso de diálogo. Los gestores que asumen la organización, operación técnica y logística del proceso. Los facilitadores y expertos que asesoran en cuanto a los pasos del proceso y los temas del mismo, bajo el principio clave de la confianza y los dialogantes que son las personas que se sientan a la mesa directamente para trabajar en forma conjunta y participativa durante los eventos del proceso.

Estamos claros que el diálogo es un proceso, por eso está compuesto de varias fases que describiremos  a continuación: La exploración implica un tiempo inicial de investigación y análisis para la comprensión de la temática sobre la cual se dialogará basada en los antecedentes y la situación actual con la participación de los promotores y gestores del proceso con la inclusión de algunos expertos que se distribuyen labores entre la evaluación general de arranque y el entendimiento de temática, actores y contexto. El diseño que comprende un tiempo bastante largo para conformar el equipo de facilitación y gestión, prever los recursos financieros, establecer la estrategia comunicacional, definir los objetivos, tiempos agenda, y seleccionar los dialogantes. La implementación que inicia con la convocatoria real directa y personal a los futuros dialogantes por parte de los convocantes y el equipo de gestión, que implica la preparación de los eventos pasando por la ruta metodológica, la logística, lo administrativo-financiero y por supuesto la sede del dialogo y las pautas para el inicio y desarrollo del mismo, donde inclusive forma parte la estrategia de comunicación interna y externa. El seguimiento manejado por los responsables de gestión y facilitación,  no es una fase sucesiva si no; permanente desde la apertura del diálogo para obtener información que permita valorar los avances logrados con respecto a los objetivos,  donde se identifican consecuencias positivas o negativas vinculados al éxito o fracaso.

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