“Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo”. 1Juan 5:11
Se cuenta la historia de un acaudalado hombre que vivía con su esposa y su hijo en una hermosa mansión. Estaba rodeado de muchísimos bienes materiales, numerosos sirvientes y un fiel mayordomo. También tenía una valiosa y costosísima colección de pinturas. Dicen, que reunía cuadros de famosos artistas de la pintura como Manet, Monet, Rembrandt etc. Pasó el tiempo y cuentan, que su amada esposa enfermó gravemente y al tiempo murió. Pero antes, su hijo, que era aficionado a la pintura, tal vez influenciado por su padre, pintó un burdo retrato de su madre que fue guardado por su contenido sentimental.
El hijo, llegó a la mayoría de edad y se enroló en el ejército pese a la oposición de su padre. Pero no regresó jamás. Aquel padre, vivió el resto de sus días triste y desconsolado. Ya en la vejez, solitario como estaba, arregló a toda la servidumbre y los despidió, pero su fiel mayordomo se quedó con él hasta el final de sus días. Aquel hombre sin embargo, dejó un testamento en donde explicaba a sus descendientes, que aparecieron de inmediato, lo que harían con aquella mansión. Subastarían todas aquellas pinturas y todas las propiedades que allí había, incluyendo la mansión y luego, el abogado leería el testamento.
Llegó el día de la subasta y el lugar se llenó de personas adineradas con gran interés de comprar aquel tesoro pictórico y cultural. Pero, se comenzó ofreciendo el burdo retrato pintado por el hijo, que solo tenía un valor sentimental. Por lo cual, a pesar que se pedía una módica suma de 10 pesos, nadie se interesaba por él. Sin embargo, la orden era que hasta que no se vendiera la pintura del hijo, no se procedería a subastar las demás. En eso, aparece el anciano mayordomo, quien con todo su cariño y amor por esa familia ofreció los 10 pesos y lo adquirió. Cuando la “jauría” de compradores exigió proseguir con aquella valiosísima colección. El abogado tenía instrucciones de leer una carta que estaba escrita detrás de la pintura del hijo, que decía, “ quien comprara el retrato pintado por el hijo se quedaba con toda la mansión y lo que había en ella”. ¿Cómo les parece? Este relato, solo aspira llevarnos a entender, que quien tiene el hijo lo tiene todo. “El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al hijo de Dios no tiene la vida” 1Juan 5:12. ¿Qué interpretación puede tener este texto?
Es lamentable, que existan personas que no aceptan al Hijo en su esquema de crecimiento espiritual. Pero la Palabra es clara “el que no tiene al hijo de Dios no tiene la vida”. “Tener al Hijo significa creer de tal manera en él que llega a ser para nosotros todo lo que su nombre implica: Salvador, Señor, Ungido, nuestro Rey. Significa tener a Cristo morando en el corazón como Huésped que recibe la honra suprema. … Los que cultivan la amistad de Jesús llegan a compartir su carácter. En esta forma tener al Hijo garantiza tener la vida perdurable. Es decir la Vida Eterna… Como el Padre decidió que la vida eterna sólo se puede alcanzar por medio de su Hijo (Juan 1:4; 3:16; 17:2), se deduce, que los que rechazan al Hijo rechazan el único origen de la verdadera vida”. ¿Cómo les parece? Comentario Bíblico Adventista. ¡Hasta el próximo martes Dios mediante.