A oscuras en el balcón de su casa, Consuelo golpea frenéticamente la olla donde cocina la sopa. Un coro de cacerolas contra el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, interrumpe la noche cálida en Isla de Margarita, que alberga la Cumbre de los Países No Alineados.
Desde el lunes, Consuelo resuena el metal apenas caen las ocho de la noche. «Estoy cansada de la burla de este gobierno. Ha gastado millones en esta Cumbre mientras en el país no hay comida, no hay medicinas, no hay seguridad», dice haciéndose oír entre el «clac, clac, clac» de las ollas que sus tres niños tocan con una cuchara.
Polo turístico del norte de Venezuela, Isla de Margarita se convirtió en foco de conflicto desde que un grupo de personas ‘caceroleó’ a Maduro hace dos semanas en Villa Rosa, cuando recorría a pie una calle de esa comunidad margariteña.
«No fue el pueblo. Ahí hubo un grupito que fueron a hacer lo que hicieron, lo planificaron, por eso hay una persona detenida», aseguró el vicepresidente Aristóbulo Istúriz en un encuentro con periodistas que cubren la XVII Cumbre del Movimiento de Países No Alineados (MNOAL).
Unas 30 personas fueron detenidas y todas liberadas poco después, excepto el periodista chileno-venezolano Braulio Jatar, según su defensa por haber grabado un video del cacerolazo, que se hizo viral en las redes sociales venezolanas.
«Fue un truco mediático, mentiras manipuladas. Los medios no sacan cuando la gente besa a Maduro», afirmó.
La opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que asegura que lo de Villa Rosa fue «espontáneo», realiza este viernes una marcha con cacerolas en todo el país para exigir un referendo revocatorio contra Maduro. Vinculándola con la reunión del MNOAL, la MUD la llamó la «Cumbre del pueblo contra el hambre».
«No se puede negar que hay división, pero es falso que pasemos hambre. Tiene que haber choque porque ellos quieren sacar al presidente y nosotros, el pueblo revolucionario, lo estamos apoyando», dijo a AFP Janneth Chacín, de 50 años, en una esquina cerca de la sede de la Cumbre, donde se reunió un grupo de chavistas con afiches de Maduro y banderas venezolanas.
¿Y las colas?
Consuelo, administradora de una licorería de 38 años, dice que, por el número de cédula, le corresponde hacer fila los lunes en los supermercados para comprar los pañales de su hijo menor, jabón de baño, arroz o la harina para las arepas. Pero esta semana, afirma, no hay colas en Margarita.
«Quitaron la venta de productos regulados -subsidiados por el gobierno- para que no se formaran las colas. Aquí la falta de agua es un problema grave y estos días tenemos. Han maquillado la isla. El lunes, cuando haya terminado la Cumbre, volverán las colas y se irá el agua», dijo la mujer.
Istúriz reiteró que empresarios de derecha acaparan y especulan provocando una altísima inflación y severa escasez de productos básicos, en una «guerra económica» que busca crear malestar para desestabilizar al gobierno socialista, golpeado por el desplome de los precios del crudo.
«No queremos violencia, sólo que se vaya. Esto es insoportable y por eso el malestar, aunque no vayamos a protestar (este viernes) porque hay temor, han traído a muchos chavistas a la isla y pasaron citaciones (advertencias) a los alcaldes y dirigentes de oposición», afirmó Consuelo.
Las calles de Margarita son custodiadas por unos 14.000 efectivos policiales y militares como parte de las medidas de seguridad que incluyen la prohibición de vuelos privados y un estricto control de pasajeros en los comerciales.
Consuelo se queja del despliegue de seguridad porque dice que buscan evitar las protestas. Cerca de su casa, en el sector Playa El Angel, está el «Centro de Convenciones Hugo Chávez», sede de la Cumbre. Varios militares fuertemente armados vigilan los alrededores día y noche.
«Pero a mí no me da miedo. A veces pierdo la fe, pero hay que protestar aunque sea con las ollas», afirma Consuelo, retomando el ritmo de las cacerolas de sus vecinos, a media luz mientras realizan el toque.