“Elige un trabajo que te guste, y nunca tendrás que volver a trabajar en tu vida” Confucio.
Entrar en el mundo laboral representa un reto, tanto para los jóvenes en su primera experiencia, como para los adultos que, por motivos diversos, se han salido y pasan trabajo para reentrar, por otro lado, muchas personas tienen un trabajo, pero se sienten insatisfechos, subutilizados y sienten que pueden y quieren hacer más.
Unas de las posibilidades más interesantes, es crear por sí mismos, su propio trabajo, construyéndolo a la medida de sus propias características y exigencias. Pasar de las filas de aquellos que buscan un trabajo, a aquellos de los que están en grado de ofrecer uno a otros, lo que da una gran satisfacción además de prestar un gran servicio a la sociedad.
Trabajar por cuenta propia da la libertad de explotar los propios conocimientos teóricos y prácticos y de conjugarlos con las capacidades personales; esto permite decidir cuáles son las mejores estrategias que se pueden adaptar y de ver nacer una actividad, desarrollarla con sus propias manos y ofrecer sus propios frutos.
No debemos alumbrarnos solo con los aspectos positivos. Se debe tener bien claro que ser un emprendedor puede dar muchas satisfacciones, pero también muchos problemas. Por eso es necesario pensar no solo a los aspectos más brillantes sino también a las posibles dificultades.
Atención porque, las dificultades a superar para emprender una aventura emprendedora, no es solo para aquellos que intentan dar vida a una empresa capaz de producir ganancias. También es para aquellos que quieren hacer nacer o desarrollar una empresa sin fines de lucro, como una cooperativa social, o una organización de voluntariado, que deberán afrontar problemas muy similares como aquellos que están motivados por el deseo de lograr una ganancia.
Un emprendedor debe estar preparado a trabajar duro y al menos al inicio sin la seguridad de una remuneración; metiendo en juego su propio patrimonio, la propia reputación e imagen; debe ser un comunicador, un observador atento, tener notables capacidades decisionales y organizativas, conocer bien el mercado en el cual piensa entrar y saber soportar responsabilidades y estrés.
Aquí entonces y ante tantas situaciones exigentes, nos surge nuevamente y de forma espontánea la pregunta: “¿Entonces los emprendedores nacen o se hacen?“
En este sentido, la gran mayoría de los Psicólogos están de acuerdo en afirmar que importantes rasgos de nuestro carácter se forman en los primeros días o meses de vida. Muchos sostienen que ya en el útero de la madre se viven experiencias que intervienen en nuestro modo de ser en el futuro.
Definitivamente, todo este contexto nos lleva, a la necesidad de desarrollar de manera masiva programas de inducción al emprendedurismo desde las edades muy tempranas.