En 2007, cuando Venezuela empezaba resplandecer con una nueva bonanza petrolera, el presidente Hugo Chávez revindicaba el trueque de alimentos en su lucha contra el capitalismo. Casi una década después, con la economía en el suelo, el canje es realidad a fuerza de escasez.
«Trueque, 2 lit. (litros) de aceite por un plato mixto», se lee en una pequeña pizarra en el Tizoncito, un restaurante de comida mexicana del sureste de Caracas, cuyo dueño, José Antonio Vidal, apeló a esta práctica ancestral para conseguir uno de los muchos productos desaparecidos del mercado.
Mientras organiza la cocina para una nueva jornada, Vidal cuenta que ya lo hizo en el pasado con la harina de maíz, el azúcar y cuanto producto le hace falta para el menú.
Chávez «nos lo había dicho, que teníamos que empezar a hacer trueques para conseguir las cosas y beneficiar la economía», rememora el hombre en tono irónico.
En marzo de 2007, seis años antes de su muerte, el mandatario socialista llamó a rescatar el canje como medio de intercambio de alimentos y otros bienes, y respaldó la creación de monedas comunitarias.
La propuesta surgía pese a que el precio del crudo empezaba a trepar hasta los 124 dólares por barril en julio de 2008. Lejos de esa danza de los millones, la cotización promedia hoy 38 dólares, en un país dependiente de las importaciones.
«He ahí un mercado que puede ser reactivado a partir del trueque y no de la moneda. ¡Vamos a romper esa maldición, ese es el capitalismo!», instó Chávez en otra oportunidad junto a su homólogo boliviano, Evo Morales.
Vidal propone el canje por aceite desde hace dos meses para equilibrar sus finanzas. Si lo consiguiera subsidiado, el litro le costaría unos 1.000 bolívares (1,5 dólares a la tasa oficial más alta), pero como no está disponible debe comprárselo a los ‘bachaqueros’ (revendedores) cinco veces más caro.
«Yo no puedo hacer colas para conseguir el regulado (subsidiado) porque no me puedo levantar todos los días a las cuatro la mañana para hacer unas colas enormes (…), tengo que recurrir a los bachaqueros», cuenta el hombre de 67 años, quien emigró de España hace 60.
Trueque digital
Jovial y de cabello blanco, el propietario admite sin embargo que las ofertas son pocas, pese a que a cambio el comensal recibe un plato con tostada, taco, enchilada, torta, quesadilla y frijol, que le costaría 5.500 bolívares (8,4 dólares a la tasa oficial más alta).
«Es difícil porque no toda la gente está dispuesta a sacrificar el aceite de su casa para comerse un plato mixto», afirma.
Las escasez de alimentos y medicinas en Venezuela alcanza el 80%, según estudios privados, uno de los aspectos más dramáticos de la crisis, agravada por el desplome del petróleo.
Los venezolanos cargan además con la inflación más alta del mundo: 180,9% en 2015 y proyectada por el FMI en 720% para 2016. El presidente Nicolás Maduro atribuye la debacle a una «guerra no convencional» de la oposición, apoyada por Estados Unidos, para derrocarlo.
Empujados por la necesidad, muchos venezolanos intercambian productos y han creado grupos en redes sociales y plataformas digitales para publicar sus ofertas.
«Todo el mundo lo está haciendo. He cambiado harina por arroz o azúcar», cuenta Juliana Godoy, una abogada de 38 años en cuya urbanización los vecinos crearon un grupo de Whatsapp para transar.
Tras siete horas de cola en un supermercado capitalino donde se venderá papel higiénico, la mujer relata que a menudo lleva lo que esté disponible, aun cuando no lo necesite. «Después lo puedo canjear».
En la misma fila, María González, una secretaria de 47 años, dice que también ajusta su alacena con trueques, no siempre justos.
«Muchas veces uno compra un producto por un valor y tiene que cambiarlo por otro, o más caro o más barato», comenta González en medio del caos del lugar, cuando la policía debe interrumpir sus esfuerzos para organizar a los furiosos compradores a fin de atrapar a un ladrón que acababa de arrebatar la cartera a una mujer.