Editorial: 464 años

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Este miércoles, Barquisimeto recordará 464 años de su fundación. Es, ciertamente, una oportunidad propicia para reflexionar sobre la ciudad, cuya importancia no radica sólo en el accidente de su ubicación geográfica, ni siquiera en el hecho de ser la cuarta más poblada del país. Lo ideal sería que la capital del estado Lara rescate atributos que antes la distinguían, como el de su orden y pulcritud; que reafirme, asimismo, su condición de ciudad universitaria; y logre despegar hacia su definitivo progreso, económico y social, lo cual depararía una más elevada calidad de vida.

De manera que el aniversario debe servir para algo más que la ceremonia de la ofrenda floral y el discurso plagado de citas y fechas extraídas del acervo histórico. Recordar el pasado siempre es útil, pero tenemos ahora por delante serios desafíos que no admiten dilación, y tal es, lamentablemente, la tendencia que se observa.

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EL IMPULSO ha sido persistente al dar cuenta de la anarquía, que se profundiza con el transcurrir del tiempo, y no pensamos desistir. En la urbe no se siente la efectiva presencia de una autoridad capaz de ponerle coto a un discurrir ciudadano marcado por el desorden, por un brutal irrespeto al otro. Detalles simples, pero reveladores, como el desconocimiento de las señales del tránsito y las demarcaciones, donde las hay, convierten la circulación de vehículos en una jungla, que exaspera y acorrala al peatón. Además, las aceras han desaparecido. Desde hace años se perdió la batalla en la recolección de basura, y, pese a las marcadas deficiencias del servicio, es en la actualidad uno de los más caros.

Los espacios, cualquier espacio, sea una calle, una plaza, un parque, la fachada de un comercio, son tomados, afeados y obstruidos, por quien se le antoje. La contaminación visual, sónica y atmosférica, ha configurado un ambiente agresivo, inhóspito. Pasadas las 6:00 de la tarde, calles y avenidas se ven sumergidas en las tinieblas y entonces la indefensión se vuelve absoluta. Al casco histórico, a los cementerios municipales, se los tragó el mismo olvido. Semejante retahíla de reveses urbanos sigue con inconcebibles muestras de negligencia, como la de no haber actualizado el Plan de Desarrollo Urbano Local (PDUL), instrumento considerado hoja de ruta en toda ciudad que se precie. En 10 años los flamantes concejales no tuvieron tiempo para ocuparse de esa materia. Y, para colmo, ahí está la explosiva situación del aeropuerto, que incluso voceros del municipio han propuesto mudar, como si se tratara de un trámite tan fácil o sencillo.

El demagógico pretexto es el de consolidar allí invasiones de ranchos, alentadas incluso en el mismísimo cono de seguridad. Todo esto habla de una profunda e intolerable apatía. Barquisimeto carece de dolientes y su actual representación municipal retrata esa abrumadora decadencia. Es lo que explica por qué, lastimosamente, hasta la figura del Cronista de la Ciudad se ha resentido, tras la desaparición física de Ramón Querales. Ese honorífico cargo, que antes ocuparan intelectuales de la talla de don Eligio Macías Mujica y Hermann Garmendia, debe ser desempeñado por un personaje que haya brillado en el estudio, la investigación y la difusión de temas relacionados con la historia local. Más allá de su filiación política (ficha del PSUV), se duda de las credenciales del actual titular, oriundo de Falcón y quien resultó escogido en un concurso interno.

Si acaso posee alguna obra histórica publicada, se desconoce. Querales, en cambio, fue un infatigable investigador de las expresiones culturales larenses. Recibió cinco premios nacionales de poesía. Publicó más de 70 títulos, que incluyen poemarios, ensayos, antologías, trabajos bibliohemerográficos y de historia municipal.

Barquisimeto, nos dijo Ramón Querales en un agradable desayunoforo en este diario, en noviembre de 2008, es una “ciudad portátil”, asediada de híbridos que lesionan su identidad. Es triste llegar a la conclusión de que entre nosotros se está incurriendo no sólo en un desprecio por la historia. Lo peor es que esa misma conducta se asume de cara al futuro. Respecto a un porvenir que hoy de manera tan irresponsable se escribe y define.

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