La obra originalmente está concebida como un “todo” con cuatro terrazas donde se puede contemplar la ciudad; cada una simboliza cinco momentos importantes de la Divina Pastora: desde que es pintada en 1703, cuando llega a Venezuela por equivocación en 1737, el terremoto de 1812, la peste del cólera en 1856 y la coronación canónica. Una decisión importante fue hacia donde debía mirar la virgen y es exactamente hacia la plaza con el nombre del padre Macario Yépez, quien ofreció su vida como sacrificio a la imagen durante la epidemia y es uno de los puntos más concurridos durante la procesión.
El amor de los feligreses larenses por la advocación de la Divina Pastora, fue plasmado en una obra de 62 metros de altura, la estructura mariana más alta del mundo hasta la fecha, que se inauguró el 13 de enero del presente año, justo un día antes de la procesión que cada 14 de enero desde 1856, convoca a millones de venezolanos hasta la Catedral de la ciudad, y fue el principal motivo de inspiración. La obra construida en tiempo récord, es creación 100 % venezolana y puede ser observada a 70 kilómetros de distancia. En esta ocasión, decidimos conocer un poco sobre la vida de los mentores de su diseño, tres arquitectos barquisimetanos: Jorge Rodríguez, Rafael Vargas y Orlando Perdomo, quienes con su trabajo dejaron en nuestra ciudad un ícono de fe que perdurará para las próximas generaciones.
Jorge Rodríguez
Nació el 29 de marzo de 1984 y desde pequeño sintió atracción por el arte, ya que su padre pinta cuadros y adoptó el estilo bohemio con sus cuatro hermanos. Junto su familia, ha participado en actividades religiosas involucrándose en el área pastoral del colegio, momento donde ya se visualizaba estudiando arquitectura, carrera que disfrutó en su trayecto y le permitió conocer a su profesora Reina Partidas, actualmente una amiga por quien siente gran admiración. Con preferencia por el urbanismo, ha realizado mejoras en varios puntos de la ciudad, aunque su conexión religiosa lo llevó a tener la primera idea de construir una estructura de la Divina Pastora a finales del año 2010, lo cual manifestó conversando con personas adjuntas a la gobernación de la entidad y más pronto de lo que pensó, se reunió con el gobernador para presentar el proyecto “figurativo” de la imagen. En ese momento, tuvo el apoyo de profesores de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela núcleo Lara. Al notar la factibilidad de ejecutarlo, decidió ampliar el equipo con Rafael Vargas, quien es su ahijado de confirmación y conoce desde la universidad, donde pronto llegaría Orlando, quien estuvo muy motivado para dar su contribución. En el primer momento, la obra fue mostrada a los medios de comunicación de forma apresurada, lo cual generó preocupación en los especialistas y se produjeron mesas de trabajo para reestructurar el diseño, que luego amplío sus dimensiones. Al formar el equipo, la parte documental y los antecedentes estuvieron a cargo de Jorge. De acuerdo a su perspectiva, además del significado religioso de la posición de la virgen, obedece a la vista desde el mirador en la torre norte para funcionar como un elemento netamente contemplativo, “que mientras se vea desde más lejos, es mejor definido”. Para Jorge, tener parte del crédito por esta obra es un tributo por el acompañamiento que la virgen le ha dado y que hoy puede ver cada mañana desde la ventana de su cuarto, representando una muestra de cómo un país a pesar de las circunstancias “no debe paralizar acciones para su desarrollo”, sino más bien tomarlo como un atributo de las bondades de la ciudad tal como su gente “que le aporta mucho a Venezuela”. Sobre sus añoranzas, cree que se están perdiendo muchas cosas incluyendo la calidad de vida, por eso quiere regalar a Barquisimeto en su cumpleaños la posibilidad de conservar siempre la esperanza que le recuerda la comida típica como máximo ejemplo de expresión guara.
Rafael Vargas
Con siete años ejerciendo la profesión, nació el 09 de julio de 1984 y se graduó en la Facultad de Arquitectura de la UCV. Con una infancia “rodeada de bendiciones en una familia numerosa”, Rafael creció en Santa Elena y luego se mudó a la zona de Bararida. Sus padres, ambos docentes sociales se dedicaron a transmitirle el amor por la historia, geografía, artes y en especial la música, “un motor muy importante que le dio ritmo a mi vida y me hizo ver el mundo con patrones infinitos”; significa mucho para él porque considera tiene gran similitud con su carrera. Actualmente reside en Panamá desde hace varios años donde trabaja como jefe de diseño en una empresa de proyectos y vive junto a su esposa e hijo, asegurando que están “comprometidos con la fe”. Apenas hace poco los trajo a conocer el Monumento y cuenta que quedaron impresionados por la magnitud, de hecho su hijo “saltó de alegría”. Para Rafael esta obra representa un capítulo importante para la ciudad ya que brindó parte de la conceptualización, digitalización de los planos y arte cinético estando en Panamá, donde su aporte principal fue la imagen de la virgen. “Fue un reto representar la morfología humana donde se utilizaron diferentes referentes como el cubismo, para dar forma a la imagen de nuestra Madre”. Afirma en lo personal, que cada país necesita obras de educación y salud, pero también espacios que sirvan como puntos de encuentro para la sociedad y que cuando el proyecto funcione en su totalidad, será un reactivador del turismo. En su caso, sabe que para sus padres significa el recuerdo de ver todos los días sobre una montaña el resultado de “la insistencia que tuvieron en educarme y amarme”, agregando que la mejor forma de ser retribuido por este trabajo es saber que las personas hacen uso del espacio. Aunque la obra fue inaugurada, explica que faltan muchos detalles importantes como la iluminación que según el proyecto, debe cambiar de acuerdo a la temporada del año litúrgico. Para Rafael llegar a Venezuela cuando viene de visita es decir “al fin llegué a mi casa” y a pesar de sus proyectos personales en el exterior, “el principal es y será mi país”. Guaro de nacimiento, dice “va sie” incluso más que “na’guará” y considera que la magia de esta ciudad reside en la música y su gente. Curiosamente, al vivir fuera, se ríe por su facilidad en reconocer a un barquisimetano en Panamá; el carisma resalta entre los demás y es fácil decir “ese es guaro”. Además, confiesa que es un enamorado de la ciudad crepuscular y añora muchas cosas, entre ellas el queso blanco y el suero típico de la región que es como “un sueño o algo imposible en otro lugar”. Al pensar por varios minutos ¿qué le regalaría a la ciudad por su cumpleaños? Concluyó universidades, hospitales, escuelas y un plan de limpieza.
Orlando Perdomo
Definido como un niño bastante travieso que pasó por diferentes instituciones educativas, Orlando es el menor de tres hermanos y al que “más se la aplicaban”. Influenciado por las profesiones de sus parientes cercanos, desde pequeño comenzó a explorar con su creatividad, ayudando a su madre con manualidades, esculturas en barro y bordados. Nació el 29 de septiembre de 1981 y asegura que la calidad de la educación básica que tuvo le permitió afrontar con éxito su carrera universitaria, también en la UCV. Sin embargo, antes de comenzar sus estudios superiores, sentía gran admiración por el maestro Carlos Cruz Díez a quien tiene mucho que decir por la influencia artística que representa en su estilo arquitectónico así como a Claudio del Búfalo y Gustavo Sánchez; este último con quien ha realizado trabajos como una clínica actualmente en construcción. Cuando ingresó al proyecto del Manto, tenía “muchas ganas de hacer las cosas diferentes” y asumió de inmediato el reto. Al someter un programa de computadora a realizar el cálculo del Monumento con un humano de ejemplo, estuvo sorprendido y reafirmó el valor de la creación a nivel conceptual. El ícono de la virgen sirve como un portal hacia la ciudad y luego de tener el marco, este fue el integrador de los principales elementos religiosos. La virgen fue construida hacia un lado, porque sostiene a Jesús y el vacío representa el centro de la fe “que hace alusión a la figura del Padre como un todo que nadie ve”; así como el Espíritu Santo identificado con el viento, agua, crepúsculos y rayos del sol que lo atraviesan. Para Orlando haber participado en ella es una oportunidad de transmitir un mensaje cargado de devoción como larense bajo la religión católica, que es de la gente sin ningún tipo de distinción y aunque esté apto para recibir visitas, amerita la culminación de los detalles que permiten evitar cualquier improvisación y estarán dispuestos a apoyar cuando se tome la decisión de continuar. Con la premisa “a Venezuela le hace falta como un 200 % de infraestructura nueva, para mejorar el país”, resalta a Barquisimeto por su ciudad cuadriculada, crepúsculos y la procesión de cada 14 de enero. El “na’guará” forma parte de su vida, tanto así que al escuchar caraota, suero y arepa dijo “na’guará falta el guayoyo”. Para Orlando un buen regalo a la ciudad es la tranquilidad… “esa que solíamos tener”.
Información: @Miradordivinapastora