Los tiempos de la Política, no son exactamente los mismos que se toman como referencia para los procesos sociales, económicos, tecnológicos o culturales. Se influyen mutuamente, se relacionan e impactan, pero no van alineados siempre o en paralelo.
La hora venezolana actual se define, entre otros aspectos, por la agudización de la crisis económica, social y política, la lectura o diagnóstico que de ella hacen los diversos factores de poder o influencia, los mecanismos políticos, institucionales o legales para solucionarlos, y especialmente, de los lapsos existentes para concretar dicha solución.
El referendo revocatorio surge como un mecanismo constitucional que la oposición venezolana defiende como la manera más expedita, conveniente, pacífica, democrática y electoral, para concretar el cambio político en el país. En cambio, el gobierno de Nicolás Maduro, se niega a reconocer su responsabilidad como causante del fracaso y naufragio del modelo político y económico vigente, que nos ha llevado a un deterioro y empobrecimiento inédito en toda nuestra historia republicana.
Esa negativa de la élite gobernante, supone el bloqueo institucional, político y militar-represivo del mecanismo revocatorio, la criminalización de todas las acciones que desde la oposición, la sociedad civil o la ciudadanía organizada se adelantan para exigir su realización este año, (técnica y organizativamente viable) y una escalada en las detenciones arbitrarias que siguen engrosando el prontuario oficial como violador de los más elementales derechos humanos.
El conflicto de poderes actual, hace cada día más frágil la institucionalidad requerida para cualquier estadio mínimo de gobernabilidad, con un TSJ y una Asamblea Nacional que se desconocen mutuamente y que parecen forzar la cuerda ya tensa de la presión política actual.
La arbitrariedad del gobierno, y la escalada persecutoria y represiva contra cualquier expresión abierta de rechazo o reclamo de cambio político, y contra diputados, alcaldes e integrantes de los partidos políticos reunidos en la MUD, sumado a los atropellos contra medios, reporteros y comunicadores sociales, denotan el nerviosismo oficial por la contundencia del rechazo popular ante el drama humanitario en desarrollo, y el costo cada vez mayor de impedirlo o bloquearlo con las armas, la represión o la cárcel.
Las semanas por venir, son cruciales no sólo para el futuro inmediato del país, sino para la canalización o desborde del malestar social, popular y ciudadano cansado del maltrato, del hambre, la violencia, el empobrecimiento y la humillación con las migajas de comida y productos que la estatización y el ánimo anti-empresa van dejando como legado.
Somos testigos de la embestida frontal de un régimen que deslegitimado, no puede llamarse ya democrático, contra un sentimiento mayoritario y nacional que desea superar esta tragedia en algún momento llamada “revolución”.
Esperemos que la dirigencia opositora, la sociedad civil, el liderazgo empresarial, académico, gremial y profesional, e incluso, aquellos que desde el chavismo, comparten el deseo de cambio, tengan conciencia plena de las horas que transcurren en Venezuela, y puedan acercar los tiempos de la angustia, de la esperanza, del anhelo de jóvenes, padres y madres de familia, con los tiempos de la Política.