El gobierno venezolano y la oposición libran un pulso de vida o muerte por un referendo revocatorio contra el presidente Nicolás Maduro. Cinco claves para entender los factores que mueven esa disputa.
La caldera económica
El derrumbe de los precios del petróleo creó un cóctel explosivo en este país que obtiene 96% de sus divisas del oro negro y dependiente de las importaciones.
Los ingresos petroleros cayeron de 121.895 millones de dólares en 2014 a 72.169 millones en 2015 (reducción del 40,7%), según la estatal Pdvsa.
El desplome redujo las importaciones. El gobierno prevé que las no petroleras caerán este año a 15.000 millones de dólares, contra 22.162 millones de 2015. En 2014 totalizaron 36.677 millones de dólares.
Esta situación agravó la escasez de alimentos y medicinas, que según Datanálisis llega al 80%; en tanto que la inflación -que en 2015 fue de 180,9%- alcanzaría 720% en 2016, según el FMI.
La Cepal proyecta una contracción económica del 8% este año y el déficit público representaría entre 15 y 17 puntos del PIB, según la firma Econométrica.
El gobierno atribuye la debacle a una guerra económica de la derecha, apoyada por Estados Unidos.
El choque de trenes
Capitalizando el descontento por la crisis económica, que pulverizó la popularidad de Maduro, la coalición opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) ganó las elecciones parlamentarias con una amplia mayoría en diciembre pasado.
Esa victoria puso fin a 17 años de hegemonía oficialista en el Legislativo y desató una lucha de poderes, en la que el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) se ha convertido en el escudero de Maduro, anulando casi todas las decisiones -una veintena- aprobadas por el bloque opositor.
«Es un desconocimiento del Poder Legislativo por parte del Poder Judicial», sostiene la analista Milagros Betancourt. Maduro acusa a la oposición de hacer lo opuesto.
El TSJ declaró en desacato al Parlamento por haber dado posesión a tres asambleístas suspendidos por supuesto fraude electoral, con lo cual anula sus decisiones. Con la Asamblea maniatada, el referendo se afianzó en la oposición como alternativa para deponer al mandatario.
La calle caliente
Volcada de lleno hacia el referendo, la oposición se abocó a movilizar a sus partidarios para impulsar la iniciativa ante un Poder Electoral al que considera aliado del chavismo. Pero el gobierno ha respondido con contramarchas.
Tras varias convocatorias modestas, la MUD organizó una marcha el 1 de septiembre -la más multitudinaria desde las protestas de 2014 que dejaron 43 muertos- que asegura reunió a un millón de personas, aunque el oficialismo dice que apenas fueron 30.000.
«La marcha corroboró lo que fueron las elecciones de diciembre y demostró que la presión política es la única manera de lograr que el revocatorio sea este año», opina Betancourt.
Si el referendo se celebra antes del 10 de enero de 2017, y Maduro pierde, habrá elecciones. Pero si se realiza después, aun derrotado, lo sustituirá su vicepresidente.
La agenda de lucha opositora
La MUD fijo las manifestaciones como el principal punto de su «agenda definitiva de lucha». «El reto es mantenerse activa y pacíficamente en la calle presionando el referendo», afirma el analista Luis Vicente León.
Ademas, la oposición ha desplegado una ofensiva internacional para denunciar lo que tilda como un «régimen dictatorial» y la existencia de una crisis humanitaria.
Con ese discurso, su intención de revocar a Maduro ha recibido el apoyo de Estados Unidos, del secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, y de otros gobiernos de la región.
La estrategia chavista
El gobierno minimiza la fuerza de la oposición, afirmando que tiene una «mayoría circunstancial» y que su dirigencia está dividida.
Pero Maduro se esfuerza por movilizar a sus seguidores ante cada convocatoria opositora. Su estrategia apunta a postergar indefinidamente el revocatorio, aduciendo que los trámites iniciaron tardíamente y con recursos judiciales por supuesto fraude en la recolección de firmas para activarlo.
A su favor tiene el «control institucional» sobre la Fuerza Armada y los órganos de justicia y electoral, según Luis Vicente León, quien considera que el aplazamiento mina el poco capital político del gobierno.
«Si el final de esta historia no es un referendo en el tiempo adecuado, la lucha no terminará ahí y podría ser el punto de partida de una negociación futura y con el chavismo siendo víctima de una gran presión política», advierte.