Hay razones para compartir la euforia que dejó en Venezuela la multitudinaria manifestación de venezolanos este 1 de septiembre. En términos comunicacionales, pese a todo el esfuerzo oficial por invisibilizarla y coartarla, tuvo resonancia mundial.
La asistencia fue gigantesca con lo cual se apuntó un éxito la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). Y fue efectivamente una protesta nacional, ya que en al menos una docena de ciudades del país hubo igualmente movilizaciones masivas. Prevaleció un mensaje unitario con una demanda específica: el referendo revocatorio debe realizarse en 2016, no hay razones técnicas ni legales que lo impidan.
Este mes de septiembre será determinante en relación al referendo revocatorio y ello tendrá consecuencias en la velocidad del cambio político por el que estamos transitando. Una consulta en 2016 nos acercará a la salida del chavismo del poder con nuevas elecciones presidenciales, un referendo en 2017 profundizará la deslegitimación del chavismo pero éste seguirá gobernando, aunque Nicolás Maduro deje la presidencia.
En una rápida lectura, tras el éxito simbólico y político del 1S, se asoman al menos tres riesgos para la mayoritaria oposición venezolana.
El riesgo del triunfalismo. Ya se ha vivido antes, no debe olvidarse. La manifestación del 1S fue un éxito, político y comunicacional, de eso no hay duda, pero el trabajo aún no está hecho. El 1S es en realidad el inicio de algo. La cúpula enquistada en el poder, no saldrá corriendo de sus posiciones, al menos eso ha quedado en evidencia hasta ahora, pero también debemos tener conciencia de no podrá reprimir una protesta si ésta es masiva.
No es éste el momento de hablar de candidaturas presidenciales, lo cual resulta absolutamente fuera de lugar, ya que ni siquiera tenemos fecha del referendo, ni tampoco de las elecciones regionales. Para la MUD no es momento de celebrar, sino de pensar y planificar estratégicamente los próximos pasos.
El riesgo del inmediatismo. Éste se vive desde el lado del ciudadano de a pie y puede llevar a un nuevo inmovilismo. Apenas culminó este 1S lo que ha sido la más numerosa concentración de venezolanos en más de una década, con eco mundial, no pocos comenzaron a fustigar en las redes sociales que nada se había logrado, que todo seguía igual.
El1S le ha servido a muchísimos venezolanos para reencontrarse con la esperanza del cambio, para verse y sentirse mayoría (como efectivamente lo son) pero debemos recordar que en política no hay soluciones mágicas. En Venezuela estamos, sin duda alguna, en un proceso de transición política cuyo resultado será la salida del chavismo del poder. El asunto en este momento es la velocidad que logre imprimirle la sociedad a este proceso, y la capacidad institucional-represiva del régimen para evitarlo. La nueva Venezuela democrática y de verdadera justicia social no se logrará de la noche a la mañana, será producto de una lucha cívica, que requiere resistencia y perseverancia.
El riesgo de la división. Éste es el que más me preocupa, personalmente. Si quienes son los rostros visibles del liderazgo opositor asumen que el éxito del 1S es de ellos o de sus respectivas agrupaciones políticas, estamos perdidos. La única posibilidad real de que logremos culminar este largo tránsito desde el autoritarismo a la restitución democrática está en la unidad, no como instancia de coordinación partidista-electoral, sino unidad como praxis política.
Ya habrá un tiempo, si alcanzamos el futuro democrático, para que cada partido o cada dirigente tengan su campañita particular. Ahora toca un juego cerrado y en equipo, sólo así llegará el momento para las legítimas aspiraciones personales y/o partidistas.
Comparto la alegría de millones de venezolanos por la manifestación cívica de este 1 de septiembre. Sin embargo, reitero lo que ya indiqué en los días previos a la manifestación: el 1S es punto de partida, no de llegada. No podemos olvidarnos de ello.