En los últimos meses ha ocurrido un desplazamiento importante en las preferencias de la opinión pública caracterizado por el hundimiento del chavismo arrastrado por Maduro y un crecimiento sostenido del apoyo a la oposición. En las próximas líneas proporcionaremos datos de algunas encuestas recientes que dibujan un mapa político del país totalmente diferente al de apenas tres años atrás.
Los cambios en el liderazgo político son sustanciales. Según Datanálisis, por primera vez el apoyo a la MUD y a los líderes de la oposición sobrepasa el 50%. Estamos hablando de que cuatro líderes monopolizan hasta ahora las preferencias de la gente. Estos son: Henry Ramos Allup (53,1%), Henry Falcón (51,4%), Leopoldo López (48,9%) y Henrique Capriles (47,3%).
Ramos Allup es la prueba viviente de que en la política no hay muertos. Líder adeco de la vieja guardia y sobreviviente del tsunami del chavismo de fines de los noventa, tras ser electo presidente de la Asamblea Nacional se ha erigido como una referencia a nivel nacional por su estilo confrontacional e irónico.
López sigue arraigado en las preferencias populares a pesar de su prisión (o como consecuencia de ella) y Capriles se recupera luego de perder popularidad luego de su derrota en la controvertida elección presidencial de 2013.
Es la primera vez que Falcón aparece tan bien posicionado en una medición nacional. Esto es un indicativo de que su cambio de postura más alineada con la MUD ha rendido sus frutos en el electorado opositor, y que su pasado chavista lo conecta con un sector del chavismo no madurista.
Paralelamente a la batalla por el revocatorio, ya despuntan otras candidaturas presidenciales como la de María Corina Machado. Hasta ahora Ramos Allup es el único que ha manifestado claramente su aspiración presidencial.
Por otra parte, estas mismas encuestas revelan la debacle del chavismo. Según Keller y Asociados, el respaldo al chavismo ha caído de 72% en 2005 a 50% en 2012 y 11,6% en 2016.
No obstante su baja popularidad, Maduro es el único líder visible de la tolda roja, lo que sin duda lastra el futuro del chavismo. Figuras claves de la nomenklatura como Diosdado Cabello o Elías Jaua no tienen apoyo popular. En este contexto, Keller y Datincorp explican que sus encuestas ponen de manifiesto un dato que no sorprende a nadie: el Presidente es rechazado por cerca de 80% del electorado, lo que se traduce en una disposición para revocarlo que ronda, según Venebarómetro, el 88%.
La popularidad de la oposición crece en la medida en que se desploma la de Maduro. Un estudio reciente de Datanálisis señala que el 75% ve con agrado al liderazgo opositor, al tiempo que un porcentaje similar rechaza al Presidente.
La mesa está servida para el cambio político. Por más de una década la oposición transitó sin brújula en el desierto de la impopularidad, y ahora está capitalizando el desgaste del gobierno. En términos operativos significa que posee suficiente legitimidad para conducir la transición, que sin lugar a dudas, será muy compleja, porque se trata de desmontar el monolítico modelo político y económico chavista.
El riesgo para el país de este nuevo escenario reside en las fisuras en la Unidad, y las diversas agendas de los principales partidos políticos que la integran, y que en gran medida han retrasado la concreción del ansiado cambio político que espera la población.
Es muy legítima la aspiración presidencial de los dirigentes de la oposición. Mucho les costó ganarse la confianza del electorado y, en consecuencia, es necesario actuar con aplomo y serenidad. Ello implica lograr la salida constitucional a través de una solución electoral acompañada de un proceso de negociación de alto nivel, para posteriormente iniciar el debate acerca de las candidaturas presidenciales.
En este momento histórico corresponde al liderazgo democrático plantearse todos los escenarios de lucha: ¿Si no hay referendo revocatorio ni en 2016 ni en 2017, cuál será la hoja de ruta a seguir por parte de la Unidad? ¿O es que su agenda sólo contempla referendo revocatorio y elección presidencial?
Ser mayoría implica un gran compromiso moral con los electores. Por esta razón más allá de lo electoral es necesario reflexionar y diseñar una estrategia para un escenario en el que sabiéndose minoría el gobierno decida no “permitir” otra elección, llámese referendo revocatorio, elección de gobernadores o de alcaldes.
