Brasil es el quinto país más productor de armas del mundo, séptimo productor de acero, noveno productor de automóviles.
Con un producto nacional bruto de 313 millones de dólares, Brasil es la octava economía del mundo occidental, 50.000 millones de dólares por encima de España.
Brasil ha sido el país que mayor daño ecológico le ha producido al pulmón vegetal más importante del globo terráqueo, con la explotación del caucho, la minería y las erróneas políticas agropecuarias.
En los últimos veinte años del siglo XX, el científico norteamericano Philip Fearnside calculó que la tala total y por incendios en la Amazonia había sido de 396.688 Kilómetros cuadrados, un área mayor que Alemania entera.
Fabio Feldman, un congresista de Sao Paulo que ha hecho carrera con el ecologismo, alarmado e indignado, dijo que una gran parte del estado de Sao Paulo había desparecido en humo y cenizas. Estudios muy serios del Instituto de Investigación Espacial de USA calcularon que los incendios habían lanzado a la atmósfera durante el año de 1987 más de 500 millones de
toneladas de carbono, 44 millones de toneladas de monóxido de carbono, casi 5 millones de toneladas de metano, 2,5 millones de toneladas de ozono, más de 1 millón de toneladas de óxidos y otras sustancias susceptibles de circular globalmente y de influenciar la radiación y
el clima.
Todo ello equivalía a un volcán que entra en erupción todos los años y contribuiría con una décima parte del CO2 emitido por el hombre; aumentado así el recalentamiento de la tierra a través del efecto invernadero.
No solo se trataba de la mayor extinción de especies vivas del planeta desde finales del Cretáceo (50% de población de las etnias indígenas). La destrucción de la Amazonia cargaba la atmósfera de sustancias nocivas que amenazaban la salud en toda la Tierra uniéndose a la legión de países industrializados, Estados Unidos a la cabeza, que consumen dos tercios de los recursos del planeta para mantener el estilo de vida de una población globalmente minoritaria.
Lo paradójico es que la Amazonia, unas de las zonas menos industrializadas del mundo, emitiese más sustancias contaminantes que Francia y España juntas. Una disminución del 23% de
las lluvias en las zonas de mayor tala, el cambio de clima con repercusiones irreversibles como el descongelamiento de los polos, colocan el regulador esencial de la humedad de la tierra en un severo riesgo, teniendo en cuenta que tres cuartas partes de la lluvia que
cae en la selva se evapora antes de llegar al suelo, es fácil entender que al talar, la evaporación se reduce y por tanto disminuyen las precipitaciones.
La Amazonia recicla el mayor volumen de agua dulce alimentado por los 6.720 Km del río Amazonas que vacía en el océano un quinto de todo el volumen descargado por los demás ríos del mundo, es decir la misma cantidad en un día, que el Támesis en todo un año.
Si a ello agregáramos el daño que el Arco Minero en Venezuela decretado por éste irresponsable gobierno de Nicolás Maduro le produciría al río Orinoco y al río Caroní su principal afluente, más la contaminación por mercurio, cianuro, azufre y otras sustancias
prohibidas en la explotación minera, según la opinión de un conocido botánico americano: es que la luna seguirá imperturbable durante millones de años, mientras las selvas tropicales en los años finiseculares están desapareciendo a la velocidad de veinte hectáreas
por minuto.
Venezuela contribuirá a esta hecatombe siendo más pobre, sin sus minerales, sin selva y sin sus principales ríos.
Euro Barrios Torres
