Con la finalización de la Gran Toma de Caracas no tardaron en aparecer en chats y Twitter personas criticando a la MUD, sus argumentos iban por la línea de “con marchas igual que las de siempre el Gobierno no va a salir”, o “tanto esfuerzos de la gente para luego mandarlos a sus casas”. Sin duda un punto válido, más para personas que por años han visto en esas movilizaciones una expresión viva de sus esperanzas, para luego verlas desvanecerse entre los pasillos y vericuetos de las negociaciones por el Poder, esas que no se ven pero que se saben existen.
Lo cierto es que no es una tarea fácil la de la MUD, tratar de racionalizar los deseos de un pueblo desesperado, mostrar una luz tenue y tratar de dirigir todas las energías hacia ella. Y a la vez construir una ruta política que satisfaga a todos quienes la integran, con sus intereses y contradicciones, tratando de demostrar seguridad y unidad en cada uno de los pasos que da. Es tarea difícil porque la gente está cansada de esperar, desesperada por el hambre, y sobre todo con dudas sobre el porvenir; y también es difícil porque por mucho que se intente ocultar las agendas particulares saltan a la vista.
La movilización del 1S fue un nuevo respaldo que la población le ha dado a la MUD, tratando de confiar de nuevo en ella y su capacidad de encontrar una salida pacífica e institucional a una crisis que cada vez arrastra a más personas.
En esta etapa la MUD deberá hilar muy fino, moverse entre la racionalidad y la ruta institucional por un lado, mientras que por el otro lado debe lograr que el pueblo se mantenga esperanzado y movilizado, confiando en que pronto podrá recuperar algo de la paz y tranquilidad perdida. Es una nueva etapa en la que se necesita fuerza y sutileza, coraje e inteligencia.
“No pasó nada”, dijeron otros sobre el 1S. Por el contrario, pasó mucho. Ese día no solo se mostró la cara de un sector de la población que sin miedo salió a la calle, sino también se evidenció como el Gobierno ha perdido la calle. Eso sin duda ha puesto a reflexionar a más de uno, en especial a aquellos cuya lógica se basa en estar con la mayoría. Ese día también se evidenció la disposición de algunos miembros del Gobierno a usar delincuentes para amedrentar, pero también quedó claro que hay otros miembros que no están de acuerdo con esas prácticas, su silencio habla por ellos.
El país sigue quebrado, y lo único que lo volverá a unir será la capacidad de reconocer al otro, no como enemigo sino como ciudadano con ideas distintas. Ese reconocimiento recae en este momento en las manos del Gobierno, y particularmente en el Poder Electoral, el Poder Judicial y las Fuerzas Armadas, como garantes del cumplimiento de la Constitución. Seguir volteando la mirada y tratar de ocultar un descontento que se evidencia en cada esquina es contribuir con la humillación de un pueblo, es colaborar con la anarquía, al final de cuentas es ser cómplice del caos.
Diego Lombardi
Twitter: @lombardidiego