Próspero Pastor Arrieche fue arrollado el domingo 28 de agosto en el sector La Llanada de Tamaca, al norte de la ciudad. Al día siguiente, después de ser atendido en el ambulatorio de la zona, fue trasladado a la emergencia del Hospital Central Universitario Antonio María Pineda. Allí estuvo recluido hasta la 01:30 de tarde del viernes, cuando falleció. Su organismo no soportó la cirugía, procedimiento retrasado por falta de anestesia.
Cuatro días después de haber sido hospitalizado, el dolor, aunque parezca inverosímil, hizo que el hombre de 66 años se levantara de la camilla donde permanecía desde el día de su ingreso y cruzó la puerta de la sala de emergencia. “Salí a ver si era de noche o de día porque no aguanto el dolor”, pronunció cuando vio a sus parientes.
Los médicos le habían solicitado a la familia la compra de seis dosis de anestesia para poder operarlo. La cantidad completa representaba un gasto de siete mil bolívares, monto del que no disponían en ese momento. Pero la necesidad de ayudar, los motivó a conseguir los recursos.
Con el dinero en las manos, lograron adquirir cuatro dosis de anestesia, el viernes. Sin embargo, todavía era insuficiente.
Los médicos de guardia, al ver la actitud del señor como manifestación clara del dolor le comunicaron a la hermana, Juana Arrieche, que lo operarían porque tenían las dosis restantes. “Aparecieron de repente”, dijo una allegada al fallecido como crítica a lo que consideraron una decisión tardía para la salud del hombre, porque murió durante la intervención. Según los especialistas por trauma abdominal.
El occiso era de esas personas con múltiples habilidades. Podía ser plomero o aseador. Esta última labor la practicaba en un local de venta de cachapas cerca de su casa. Precisamente, venía de trabajar allí, cuando fue embestido por una moto, relató su hermana.
Nunca se casó ni tuvo hijos.