“Retardatriz” es una palabreja que rima con meretriz, infeliz, desliz, cicatriz, lombriz, pero invoca a retardatario, uno de los adjetivos más generosos que definen a este desastroso régimen. Retardatario en su única acepción significa: “Que tiende a producir retraso o retardo en la ejecución de alguna cosa o proyecto”. Que se queda corta al calificar como retardo la tragedia infringida a los venezolanos en estos últimos 18 años. Es mucho más que eso, pues se ha impuesto un modelo putrefacto, al que se le conoce por el fuerte olor a corrupción que dejó en aquellos países donde ha hincado sus garras infectadas de ideologías retrógradas.
Pensé que “retardatriz” no aparecía en el en el diccionario, que era una creación linguística de algún trisoleado, de esos que abundan como arroz en la Fuerza Armada Nacional. Pero no. En el diccionario la palabreja aparece y simplemente dice “que retrasa” y nos remite a fuerza, que en este caso es aquella que “disminuye la velocidad de un movimiento”.
Esto significa que la cúpula roja ve a las fuerzas democráticas como un engranaje mecánico, al que ellos le pueden aumentar o reducir la velocidad de acuerdo a sus intereses o conveniencias. A estas alturas uno presume que están equivocados, desfasados. La verdad es que lo único que sostiene a esta oxidada, depreciada y despreciada cúpula roja cubano- venezolana son las armas bajo el mando de un cogollo militares corruptos y corruptores, que no quieren perder sus prerrogativas y canonjías, y que les importa un carajo el hambre del pueblo venezolano.
Pero ese pueblo hambriento que tiene muy poco que perder –porque hoy ni la vida vale nada- también ha perdido el miedo que han querido meterle en el cuerpo, con la única industria exitosa de la revolución: las mentiras. Hoy la pobreza es mayoritaria, pero como la gente conoció tiempos mejores sabe lo que le han quitado, por eso el miedo más intenso lo sufre el cogollo enquistado en el poder, que no está dispuesto a que lo despojen de los inmerecidos privilegios, de los que ha gozado -sin medida- en casi dos décadas.
Frente a lo inevitable, la cúpula roja militar-cívica apela a los más absurdos y rancios recursos como ese de la “retardatriz”. Fuera de tiempo y lugar, pues fue una suerte de estrategia de guerra que se le atribuye a Ezequiel Zamora en la batalla de Santa Inés. Ahora bien, como la cúpula militar solo se dedica gobernar al café, las caraotas, al arroz, al azúcar y a otros 14 rubros de la cesta alimentaria, no le queda tiempo para apropiarse estrategias bélicas más modernas, y entonces, se dedica a copiar a Zamora.
Tampoco es que el alto mando militar agote sus neuronas en actividades relacionadas con la soberanía y la seguridad, pues ninguna de las dos existen, al ser Venezuela una colonia fidelista y un reguero de muertos, debido a los plenos poderes otorgados por el régimen al hampa. Al mismo tiempo, la cúpula verde oliva obedece a un heredero atrapado en sus paranoias y en primitivas instrucciones de Diosdado, El Aisami y un perturbado psiquiatra que les exige que repriman, persigan, allanen y criminalicen cualquier acción de la Unidad Democrática, que es mayoría como quedó demostrado en La Toma de Caracas, aunque no lo quieran ver, ni aceptar…
La “Operación Retardatriz” cuenta con un manual de guerra que combina tácticas ofensivas y defensivas, para arremeter contra los venezolanos desarmados. Lo que debe leerse como una verdadera sobredosis de culicardia, por parte de la cúpula cívico-militar rica y obesa, que se niega a abrir los ojos para ver la dimensión de la tragedia que ha desatado en esta martirizada Patria, donde la escasez es tan brutal que condena a niños y adultos a la penuria del hambre, y a hurgar en la basura para obtener algo que llevarse a la boca. Su ceguera, ideológicamente inducida, ve una guerra en cualquier manifestación social que solo busca una salida constitucional esta pesadilla, que ya nadie soporta.