Las voces de Penélope – De marchas civiles y no serviles

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La anomia no es una momia aunque a veces pueda parecerlo. “Estado de una sociedad caracterizado por la desintegración de las normas que aseguran el orden social”, es una definición sencilla de un diccionario escolar Larousse, que nos sirve para aludir –resumiendo su intencionalidad- a la reiteración del discurso chavista, sustentado sobre la propuesta de destruir las normas que sustentan la cultura democrática del Estado y de un “socialismo bolivariano”, que se propuso a sí mismo como modelo de un Estado generador de un nuevo ciudadano, el “hombre nuevo”, que no encontramos por ninguna parte, ni siquiera en Cuba, país que tuvo bastante tiempo para producir el modelo, hermosamente bocetado en canciones y poemas pero imposible de construir en la realidad.

El término “anomia”, viene al pelo para referirnos a lo que le quita el sueño al oficialismo y que mueve al resto, no sólo al opositor, sino a grupos o corrientes internas gubernamentales.Me refiero a la Marcha, la cual a estas alturas de escribir esta columna, miércoles, un día antes de su realización, se perfila como la expresión del cierre de un ciclo y la apertura del otro.Ya no se trata de una Marcha similar a las anteriores, sino de una internalización para marchantes y opositores, de que ya terminó el tiempo de las solicitudes de cambio de rumbo expresadas por todos los actores sociales, políticos y económicos del país.

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Ya nos convencimos de que el gobierno ni siquiera tiene la intención de salirse del dogma autocrático chavista, el cual de paso, es asumido y verbalizado de manera bastante curiosa y divergente por sus seguidores. Mientras unos creen que una sociedad nueva si es posible, los sectores de poder, a quienes sus mismas bases políticas les exigen el cese de la corrupción, necesitan mantener la sensación de que “hacen cambios” precisamente para no hacerlos y mantener su status quo. La marcha adquiere un nuevo valor simbólico, al ser la concreción del convencimiento colectivo,de la certeza de que este gobierno no solucionará nada, puesto que la salida es institucional y política, por cuanto hay un convencimiento de la urgencia y pertinencia del referéndum, asumido como desencadenante de toda la presión popular requerida para cambiar de presidente, una vez realizado el revocatorio. La Marcha adquirió el valor político de un plebiscito. Y uno no puede menos que recordar lo que pasó con la dictadura de Pinochet.

La presión gubernamental es llevar el revocatorio a enero del próximo año para extender el gobierno hasta el 18mediante ascenso del vicepresidente. La del resto eslograrlo antes del 10 de diciembre y hacer elecciones para sustituir al revocado. No sé cuál será el resultado de la Marcha, mas sí que ésta está subsumida en el imaginario político colectivo, pues la mayoría piensa en la imposibilidad de salir de la crisis con Maduro en la presidencia.

Tanto, que desde el sector oficial más radical, llueven las amenazas, amedrentamientos y la represión de variadas maneras. La militarización de las alcabalas para evitar el ingreso masivo y la prohibición soterrada o abierta de movilización desde el interior del país hacia Caracas, muestran las variadas formas del atropello, como es el militar.

Puesto que todos los partidos políticos, las instituciones públicas y privadas, las organizaciones social, toman posición ante la Marcha, por razones de subsistencia, se inaugura una etapa de debilidad política del gobierno, por participar éste de un estado de anomia que lo empieza a llevar a la ingobernabilidad, asunto que puede confluir en restituir los mecanismos democráticos o sus contrarios.

Los organismos internacionales así como los gobiernos del mundo –incluso los que apoyan al nuestro- monitorean con preocupación la respuesta de éste ante la situación, pues cada vez que amenaza y hace alarde del autocratismo, se descalifica a sí mismo. Los hechos políticos son complejos y requieren para su análisis de acercamientos, que pongan en evidencia las múltiples variables que en ellos concurren, de los cuales forman parte incluso, los que intentamos comprenderlos. Los que no lo miren así, esperan de la Marcha soluciones milagrosas, las cuales en todo caso pertenecen al orden de las creencias religiosas y no del quehacer político ni ciudadano.

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