Para recordar: “Y cuando toquen prolongadamente el cuerno de carnero, así que oigáis el sonido de la bocina, todo el pueblo gritará a gran voz, y el muro de la ciudad caerá” (Josué 6:5)
Venezuela no sale de la crisis de salud, medicinas, hospitales, inseguridad, justicia, alimentación, desnutrición, producción, dinero, desempleo. Por ello, antes y después de este 1° de septiembre, se han realizado y seguirán realizándose marchas en procura que se escuche el clamor, el sufrimiento de un pueblo; con el propósito de promover el cambio de rumbo. Y si lo anterior no ha sido posible, se ha impulsado un revocatorio, muy legal por cierto, y contemplado en la Constitución. Gracias a Dios que esta vez no se les ha ocurrido hacer marchas simultáneas, en el mismo lugar.
Cuando decimos “el pueblo marchó y la muralla cayó” es en relación a algo que sucedió en Jericó, cerca de Gilgal, a poca distancia de la actual Jerusalén, tierra de Palestina.
Allí Dios, junto a Josué, realizó una extraña pero muy interesante estrategia militar y tal vez por ello la Sagrada Escritura señala: “Estaba, pues, Jehová con Josué, y su nombre (el de Dios) se divulgó por toda la tierra” (Josué 6:27)
Josué entendió que para llegar a Canaán tenían que tomar Jericó, pero con la orientación divina por delante. Además, ese Jericó se había convertido en un pueblo idólatra y malvado. Y Dios le dijo a Josué que no era con espada la forma como iban a tomar la ciudad. Y así fue.
El pueblo Hebreo había atravesado, por medio de un milagro, el río Jordán; años después de la salida dirigida por Moisés, estando con los egipcios. Y los reyes de los amorreos, cuando vieron esto, dice en la Biblia, que “desfalleció su corazón, y no hubo más aliento en ellos delante de los hijos de Israel” (Josué 5:1). Por eso prepararon sus ejércitos y amurallaron las ciudades.
Según Elena de White, Jericó tenía: “Una de las mayores fortalezas de la tierra, la grande y rica ciudad…, se hallaba frente a ellos, a poca distancia de su campamento de Gilgal” (Patriarcas y profetas, p. 521). Y los fuertes guerreros no debían vencer con su propia habilidad, sino por “obediencia a las instrucciones dadas por Dios” (Ídem).
El pueblo debía marchar alrededor de la ciudad durante siete días. Una vuelta cada día: “Llevando el arca de Dios y tocando bocinas”. Por cierto, el arca está mencionada en Apocalipsis 11:19 y otros textos.
En la procesión no se debía oír otro sonido que el de los pasos de aquella hueste numerosa, y el solemne tañido de las trompetas que repercutía entre las colinas y resonaba por las calles de Jericó. Una vez dada la vuelta, el ejército volvía silenciosamente a sus tiendas, y el arca se colocaba nuevamente en su sitio en el tabernáculo.
Solo el séptimo día dieron siete vueltas. “Entonces el pueblo gritó, y los sacerdotes tocaron las bocinas; y aconteció que cuando el pueblo hubo oído el sonido de la bocina, gritó con gran vocerío, y el muro se derrumbó” (Josué 6:20)¡Otro milagro divino!
La gran lección: Hoy tenemos muchas murallas que vencer, pero cuando obedecemos a Dios y el arca (los Mandamientos) está delante de nosotros,se alcanza cualquier cometido y se dará a conocer el nombre de Dios, tal cual en el antiguo. Pero debemos recordar:“No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zacarías 4:6).
Eduardo Iván González González
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