Los comerciantes informales de Barquisimeto han identificado una nueva conducta del consumidor larense, la cual se generó en los últimos meses a raíz de la crisis alimentaria que azota a Venezuela y en consecuencia, ellos se han visto obligados a adaptarse para subsistir.
Curiosamente, durante en este 2016, se ha vuelto cada vez más común encontrarse con una carretilla, un camión o un puesto de venta de verduras y frutas en sitios donde no era usual verlos.
Algunas personas han abandonado sus empleos para aprovecharse del auge, otros, ya se dedicaban a la economía informal pero migraron de rubro por lo mismo y la minoría de estas personas, se dedica a ello desde su adolescencia.
En la avenida 20 y la avenida Vargas, donde ya existen desde hace un buen tiempo, se ha aumentado notoriamente el número de estos puestos, pues en casi cada cuadra, incluso en ambas aceras, la ciudadanía puede toparse con una venta improvisada de tomate, cebolla, auyama, plátano, fresas, guayaba, aguacate, como algunos de los rubros más comunes.
“Anteriormente éramos la señora de la esquina y yo nada más por aquí, no había casi nadie hoy mira como está esto (…) Será la situación, porque no hay trabajo y la gente tiene que buscar un modo de vivir”, comentó Antonio Olivares al equipo reporteril de EL IMPULSO, quien aseguró tener al menos 18 años en una de las esquina de la de la carrera 21 con Vargas.
Comenzó en un carrito de supermercado y luego logró comprar su carretilla con cartón encima. Hace tres años, asegura, empezaron a llegarle acompañantes, aunque de manera “exagerada” en el transcurso de las últimas semanas.
Durante la gestión de Amalia Sáez como mandataria local en Iribarren, narró, intentaron desalojarlos del sector pero lograron asentarse tras la toma de posesión de Alfredo Ramos.
No son menos de 80 tan solo en la Vargas y la cuenta sigue en aumento con el pasar de los días. En las calles del este, centro, norte, así como en Palavecino también se aprecian.
De películas a verduras
A Argenis Rivero desde hace un año para acá no le iba muy bien con la venta de películas, por ende, escuchó consejos de familiares y decidió cambiar de rubros hace un par de meses.
“Ahorita las personas buscan es comida y uno tiene que buscar nuevas posibilidades de conseguir dinero porque otras cosas ya no dan. Esto si da para seguir invirtiendo”, confesó.
Al igual que la mayoría de sus compañeros, desde muy tempranas horas de la mañana se dirige al Mercabar para conseguir la mercancía que ofrece de manera diaria.
De una empresa a la venta de plátanos
“Ya no se puede vivir de sueldo mínimo porque la vida está cara”, señala Jorge Meléndez, un vendedor de plátanos quien sostuvo que a pesar de que hay bastante competencia, se genera más que salario básico en el negocio familiar con el que tienen alrededor de un mes.
Destacó que la escasez de azúcar lo llevó a migrar de una compañía que se producía bocadillos de plátano a la buhonería, pues esta se vio obligada a cerrar.
“Ya teníamos los contactos y se nos hizo más fácil. La gente prefiero comprar plátanos y verdura que una harina bachaqueada para resolver su cena y como buscamos directamente el producto el precio es mejor”, dijo.