Una de las prácticas diarias que hacemos es conversar con los demás, lo hacemos en cualquier parte para poder negociar, solventar, reconciliar, comunicarse, entre otros.
Cuando estemos platicando es conveniente animar la plática a través del lenguaje no verbal que consiste en mover la cabeza afirmando de esta manera lo que nos dicen. El lenguaje corporal es una manifestación inconsciente de nuestros sentimientos. Si me siento optimista y positivo, mi cabeza se moverá afirmativamente al mismo tiempo que hablo. Este es un movimiento contagioso que produce sentimientos positivos.
Un ejemplo es cuando los vendedores utilizan esta técnica para convencer a sus clientes. Normalmente acaba su intervención con una afirmación verbal del tipo «¿No cree usted?», ¿no piensa que es cierto?» o «¿lo haría usted?», mientras mueve la cabeza afirmativamente. Si mientras esperas una respuesta a una pregunta mueves la cabeza de arriba abajo, animarás a tu interlocutor a seguir hablando sin que se sienta presionado. ¡Ánimo! ¡inténtalo!
Otro modo de incentivar a tu interlocutor a que hable consiste en animarlo con expresiones como «claro», «entiendo», ¿de verdad?, «explícamelo», «háblame de ello» o con sonidos onomatopéyicos que indican que le presentamos atención del tipo «mmm» o «ajá».
Así la persona con la que hablas se sentirá escuchada; si además acompañamos estas expresiones con el movimiento de la cabeza y estamos realmente atentos a la información que nos da nuestro interlocutor, tenemos muchas posibilidades de que la conversación se mantenga.
Una conversación afable ayuda a mantener una buena imagen y hasta es un acto de caridad, por medio de esta podemos enseñar y aprender.
Esta recomendación nos ayuda a esforzarnos a ser mejores personas que ayuden a los demás a crecer intelectual y espiritualmente, porque cuando hablamos compartimos lo que hay en el alma. Recordemos mantener en nuestro rostro la satisfacción de hablar con alguien. No lo olvides.