#Especial Alirio Díaz, la musicalidad del semiárido

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Este hombre de La Candelaria nacido un 12 de noviembre de 1923 habrá de darle vuelta al mundo en las seis cuerdas de su guitarra. Seguirle la pista a su vocación es encontrar la historia de su Carora y de Venezuela en las coordenadas cosmopolitas. No está en el simple deleite del ejecutante el sentido de lo que hace, sino que observa en su entorno, los valores de su aldea e investiga al hombre venezolano para hacer universal su quehacer como músico.

El Premio Nacional de Música, el Premio Gabriela Mistral y la Orden de Ciudadano Honorario del gobierno de Alessandría, Italia, le dan una dimensión internacional, no para colocarlo en un pedestal sino para reconocer la labor de un pueblo al cual reconoce el maestro Alirio Díaz como fundamento de lo que es su ser.

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Sus primeros quince años transcurren en la aldea rural. De estos días recordará y asimilará el lenguaje de los árboles y de las aves; al dividive dedicará una epístola para agradecer por los recuerdos de los ritmos y la musicalidad presente en su armazón.

“Cualquier gesto del viento o de la brisa bastaba para que, con el crujido entrañable de tus mismos brazos tarareases tu musical mensaje: un sonsonete reiterativo y sugestivo que debió asemejarse al que aprendieron hombres y pájaros de inmemoriales parientes tuyos”.

En La Candelaria, en el calor del hogar y el ritmo de los quehaceres domésticos de su madre y hermanas, oirá tempranamente el sentido musical de la vida. Ya a los nueve años tocaba el cuatro. Dice que aprendió El Ausente por las interpretaciones que hacía la Banda Lara, durante las fiestas patronales del pueblo.

Junto a Baudilio Urquiola Mosquera forma una orquesta infantil cuyos instrumentos eran pitos de totumas y matracas, hechos del tallo del maíz. La música estaba en la naturaleza y en la sociedad. En las influencias de la localidad, Alirio Díaz resalta que entre 1928 y 1938 se gesta espontáneamente la “sociedad musical rural”. Así destacan las familias: Mosquera Urquiola, Verde Díaz, Riera Riera, Carmen María Verde y Gumersindo Meléndez, y sus propios padres crean un grupo musical. En este ambiente, Alirio Díaz dice: “Y por eso mismo también yo tuve que nacer para la música”.

De su padrino Tita Verde, oriundo de La Candelaria, recibirá las enseñanzas en lectura y escritura, pero también algunas destrezas para la guitarra. “Evitar el uso del dedo pulgar de la mano izquierda para pisar los bajos por detrás del diapasón de la guitarra, y a ejercitar más el uso del dedo meñique de la izquierda en ejecuciones bandolinísticas”.

Una vez que aprendió a leer y escribir comenzó su relación con la cultura; en 1938 escribió una historia de La Candelaria. Seguro que entre historia y tradición Alirio Díaz marcha hacia la universalidad de su vocación. El mismo padrino Tita Verde le enseñó “los cantos de los dos mundos artísticos propios de la guitarra, el popular y el clásico-académico”.

Cuando se traslada a Carora cuenta con 16 años de edad y ocurre otro encuentro maravilloso: allí conoce a Rodrigo Riera, con quien habrá de compartir el universo de la música. Su asistencia a la Escuela Montesinos le habrá de fortalecer la visión de progreso y los valores que había adquirido en su entorno familiar y de las amistades en su pueblo natal. En este cambio no sólo es el reencuentro con la música, sino que se relaciona con los escritos y el espíritu intelectual de Chío Zubillaga; lee a Alí Lameda, Luis Oropeza Vásquez, Elisio Jiménez Sierra y a Héctor Mujica.

Acerca de Chío Zubillaga dice: “Me recomendó que me fuera a Trujillo a estudiar con Laudelino Mejías. Yo le había dicho que quería estudiar humanidades, pero él me dijo: No hagas eso, tú eres guitarrista…Dedícate a tu guitarra, porque ese va a ser tu futuro”.

Y ya con una madurez y sabiendo lo que quiere se va a Trujillo, donde es alumno de Laudelino Mejías, ingresa a una banda local y aprende el saxofón y clarinete. Su pasantía por Trujillo también le permitirá aprender inglés, gracias a las enseñanzas de un trinitario.

Aquí se relaciona con Luis Beltrán Guerrero, quien seguro habrá de influenciar su visión universal de las cosas. Por cierto, la gran admiración del notable humanista y poeta caroreño al músico Alirio Díaz, lo condujo a dedicarle esta loa a la guitarra del maestro:

Guitarra de Alirio Díaz

Clavileño:
Clavijero;
Corcel de sueño.
Ella, sí, Alirio, entre tus manos
Para entonar el salmo y la alegría;
Sirena de la sal en los arcanos
De la cisterna mágica y sombría.
Cuerpo de amaranto y de canela
Voz del agua, caricia del sentido,
Limbo de la gozosa duermevela,
Sangre de soledad, llanto de olvido.

Si, ella sí; temblor de terciopelo,
Al aire seis conjuros de alegría,
Mástil de amor en el oscuro cielo,
Diosa de melodiosa compañía.

Alígeros, volad, peces y pluma.
De Alirio el triunfo celebrad, cantores.
Mordiendo riendas de sonora espuma
Clavijero, al azar.
¡Loor, loores!

En 1945, llega a Caracas, tiene en su haber las relaciones culturales e intelectuales de Carora y Trujillo. Aquí se hará definitivamente el artista de la guitarra. Su vinculación con Vicente Emilio Sojo, Juan Bautista Plaza, Antonio Lauro, Manuel Enrique Pérez y Raúl Borges, fundador de la primera cátedra de guitarra del mundo en Caracas, será su puente para la consolidación de una vocación, y para recibir el título de Maestro del instrumento de las seis cuerdas.

El horizonte continúa fuera de las fronteras y en 1950 el Ministerio de Educación le concede una beca para estudiar en Madrid. En el Real Conservatorio de Música y Declamación obtiene en 1951 el diploma de Profesor y Premio Extraordinario que otorga esta institución. Su maestro Regino Sáinz de la Maza lo colocará en el camino de la gloria.
Una vez en Siena, Italia, en la Academia Musical Chigiana, conoce a otra gran figura de la guitarra, se trata de Andrés Segovia. Llega a ser su asistente y posteriormente profesor de los cursos de guitarra clásica en la misma academia hasta 1964.

Desde esta fecha, el norte ha sido el trabajo para hacer de su arte una vía que conduzca el sentido de lo nacional hacia el futuro. En su itinerario desde La Candelaria hasta Europa está el secreto de sus éxitos. No imita o difunde modas, busca en las raíces de nuestros territorios-hombres la esencia de lo que somos. El antropólogo Miguel Acosta Saignes nos da la dimensión de este hombre nacido en un campo venezolano, que desde la música descubre el sentido histórico de la cultura de su país. “…los intereses intelectuales y nacionalistas de Alirio Díaz van mucho más allá del ámbito musical. En sus trabajos muestra olvidados precedentes de las que son hoy sus preocupaciones y la de miles de venezolanos. Realiza descubrimientos de orígenes musicales, correlaciona los fenómenos de la cultura musical con la de otras significaciones sociales, relata biografías de personajes olvidados, se refiere a las características adquiridas en nuestro país por rasgo venido de otros mundos, contribuye al estudio de la formación mestiza de la cultura nacional”.

Esta apreciación viene dada porque no sólo Alirio Díaz ejecuta magistralmente la guitarra, sino que desde 1980 se ha dedicado a la investigación antropológica e histórica de la cultura venezolana. Ha descubierto desde sus tempranas observaciones en La Candelaria que el hombre es síntesis entre su ambiente, la historia y la tradición. De ello nos ha entregado dos extraordinarios libros: “Música en la vida y lucha del pueblo venezolano” (1980) y “Al divisar el humo de la aldea nativa” (1984).

Tenemos los larenses en Alirio Díaz un patrimonio espiritual para seguir construyendo futuro.

Es el hombre integral que por disciplina, constancia y trabajo conquistó en cada acción un sentido para creer en su pueblo, en su gente, en su país.

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