“Un mundo de expresión encierra su mirada y un lenguaje su cola en movimiento, su lamido es un beso al sentimiento” (Kronfle).
Pocos podrán decir en el mundo que han amado a los perros como Alejandro Magno, quien al morir uno de sus labradores, en su honor hizo edificar una ciudad con su nombre. Homero cuenta que Ulises tenía un perrito que lo seguía a todas sus cacerías y viajes. Ulises tuvo que marcharse a la guerra de Troya sin su compañero fiel Argos, cuyo cuidado encomendó a quienes se quedaban allí en su casa, igual que a su esposa.
Pero Argos fue totalmente abandonado a su suerte por aquellos a quienes lo confió. Después de veinte años Ulises regresó a su tierra Itaca, disfrazado de mendigo. Nadie lo reconoció solo su perro viejo y enfermo, el que siempre lo esperó a la vera del camino. Una vez se encontraron los dos, de emoción cayó muerto el perro a los pies de su amo, quien lloró intensamente la muerte de su fiel amigo.
Es conmovedor ver en Barquisimeto a tantos perros deambulando ante la indiferencia de la sociedad, del gobierno, de la falta de sensibilidad y responsabilidad del gobernador, del alcalde y de sus amos, quienes para no alimentarlos deciden lanzarlos a la calle condenándolos a una muerte segura.
En la andadura del hombre por la historia, el perro es el que más cerca ha estado de él, no solo como su mejor amigo, sino muchas veces como su único amigo. No existe compañero más leal ni guardián más feroz y desinteresado que este noble animal. Cuando el mundo nos abandona, la riqueza desaparece y la gloria se hace añicos, solo él permanece a nuestro lado con su amor, tan constante como constante es el sol en su viaje por el cielo.
En sus luchas Bolívar tuvo a sus mejores compañeros: el indio Tinjacá y su perro Nevado. Los dos fueron fieles al padre de la patria y también los que marcaron fuertemente su sentimiento cuando los dos perro e indio cayeron muertos en la batalla del campo de Carabobo. Nevado es el perro épico que pasó a la historia cubierto de gloria.
Mis perros más queridos fueron adoptados de la calle. Los de raza tienen mucho quien los quiera, los de la calle no.
Dedico esta loa a mis perros ya muertos: Rocky, Tommy, Muñeca, Chiquita, Guardián y Cándida:
Adiós amigo fiel, mi compañero; poco a poco fue el viento mordisqueando los racimos de tu tiempo. Te fuiste apagando como una velita al viento, desvanecido como un suspiro sin una queja, sin pedir nada, sin desespero, hasta que las fuerzas te abandonaron dormido (a) para siempre en mi regazo.
En el vaivén de un viento seco y frío quedó mi corazón entristecido y mi canto de amor desorientado. Sin razón el destino vino a separarnos; te fuiste a perseguir aves y luceros en el anchuroso azul del cielo, asido como un eco al alegre canto de un jilguero.
Tu rincón llena tu recuerdo, tu leyenda ha quedado en el reposo de lo eterno y la casa contraída con ritmos de tristeza ante tu ausencia. Sin tus latidos no podré crear liras al cielo, tonos a las flores ni acordes al viento. Ante tu muerte mis palabras siguen fluyendo del pecho, acompañadas por el llanto melódico de mi flauta que se ha quedado como un recuerdo de amor, bogando en el espacio silencioso de mis loas y mis prosas.
El hogar se quedó sin ti mi fiel perro guardián, en la lejanía, dormidas se quedaron las colinas y se apagó la luz del día mientras tú te ibas esfumando en la piadosa nada, en la que tal vez un día pueda yo encontrarte, cuando al final me vaya como tú, uncida al último brillo de mi estrella.
Adiós mi querido compañero.