En varias ocasiones a Jhonny Rafael Jiménez Guédez le habían robado la moto que utilizaba para ofrecer servicios de mototaxista en Tamaca, municipio Iribarren. Tan pronto como se la quitaban le pedían dinero para devolvérsela. Por ser su herramienta de trabajo, había pagado el monto exigido por los hampones para recuperarla, relató una persona allegada a su familia. Ayer por la tarde, nuevamente le arrebataron el vehículo, pero esta vez lo dejaron mortalmente herido.
Al parecer, un hombre le pidió a Jiménez un servicio de transporte desde la parada cercana al ambulatorio de Tamaca y el joven de 24 años accedió. Le indicó que condujera hasta la calle Los Gallones del sector Nueva Delicia y allí le disparó, lo dejó derribado sobre el suelo de tierra y huyó en la moto con la cual Jiménez laboraba desde hace aproximadamente cinco años prestando servicios de transporte de forma independiente, como lo contó una amiga de la familia.
Su madre sin alejarse de él, mientras llegaba la comisión del Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas (Cicpc) para examinar la escena y trasladar el cuerpo a la morgue, lo bañaba en lágrimas compungida por ver ensangrentado al mayor de sus cuatro hijos. Incansablemente, le acariciaba los dedos de la mano izquierda con la ternura de una madre cuando quiere aliviarle el dolor a un hijo; mientras que la otra mano se la tomaba su pareja.
Domina la delincuencia
En Tamaca, refirieron los vecinos, los delincuentes tienen en sus manos el poder. Por la regularidad de crímenes como el de ayer, para ellos la función de las comandancias y de los cuadrantes no los beneficia en nada porque, afirmó una habitante de la zona, “los policías le tienen miedo a los malandros”.
Los delitos en Tamaca, sobre todo, en Nueva Delicia y en la parada del centro, son tan constantes que a los lugareños poco les sorprende.
En el día o en la noche los robos se dan por igual. Incluso, últimamente, los malhechores se atreven no solo a arrebatar carteras o quitar teléfonos a mano armada sino que también irrumpen en las casas, maniatan a sus ocupantes y se hacen con todos los objetos de valor que encuentran.
Como forma de protección las familias han optado por no salir de sus viviendas después de las 6 de la tarde, cuando suponen que se acrecienta la inseguridad.