Politica e intelectuales

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Se preguntaba Einstein si era lícito que él, experto en un saber tan complejo como la física atómica, podía opinar también con propiedad en un área muy diferente como es la política.

Lo hizo en el opúsculo, “¿Por qué el socialismo?”, donde muestra que no era un ignorante en el tema. Para él el socialismo no tiene nada que ver con el capitalismo de Estado, pues éste esclaviza al ciudadano cuando la burocracia se vuelve todopoderosa y arrogante. Este opúsculo, publicado en 1949, demuestra que en ese entonces ya era bien conocido lo que Stalin estaba haciendo en la Unión Soviética con millones que habían muerto por hambre: el sistema económico no era suficientemente productivo. Esos crímenes ya se los condenaban entonces desde el bando revolucionario, algo que no parece haber ocurrido aun entre nuestros intelectuales rojitos que prefieren ignorar la tragedia que el socialismo marxista está significando para nuestro pueblo.

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Un hombre de poca formación puede no tener idea de los fundamentos de sus simpatías políticas ni de las consecuencias que puede acarrear su aplicación. Es común que el ciudadano corriente sea seducido por un líder que dice las cosas bonitas que quiere oír, lo apoya porque sus amigos lo hacen y el no quiere ser diferente a los demás, etc. Incluso pueblos muy educados se equivocaron y apoyaron a personajes como fue el caso de Hitler. Los sistemas electorales no garantizan que se elija al mejor, sino al más seductor. Chávez fue tan seductor que hasta seducía a las serpientes y otros bichos rastreros.

Es muy común ver a intelectuales opinando con falsa autoridad en política sin tener una idea clara de lo que están diciendo. El problema es que estos intelectuales saben que el hombre común, que sabe o entiende poco, tiende a confiar en lo que le dice el intelectual porque este trasfiere su prestigio ganado legítimamente en un campo a otro donde sabe apenas más que el hombre común. El resultado es, con frecuencia, un engaño que lleva a daños que tardan años en repararse.
También el intelectual puede ser seducido por ideas nebulosas, como el hombre común, pero el intelectual sabe manejar ideas, conoce de historia, economía, sociología, puede pensar críticamente, tiene hábitos y conocimientos fundamentales para saber si una propuesta política es viable y de las consecuencias que ella implica.

Por desgracia, la política es una de las áreas donde pocos hablan con conocimiento y prudencia. Que un hombre corriente hable sin saber, pase, pero un intelectual no tiene derecho a ser deshonesto y engañar a otros, aunque puedo aceptar que lo haga por cobarde. A veces la cobardía es patética y empuja a los intelectuales a callar u ocuparse de trivialidades: a redactar el poemita que tenían escondido en el fondo del ombligo, a realizar “análisis critico” de obras literarias que nadie necesita, etc. Es la práctica del escapismo, el pasar agachados y evadir responsabilidades. Dan pena.

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