En días pasados el gobernador del estado Miranda, Henrique Capriles, llamó a realizar la “toma de Caracas”, una gran concentración a realizarse en la capital el 1° septiembre, para exigir al CNE la fecha de recolección del 20% de las firmas para convocar el referendo revocatorio. No está claro si esta iniciativa tiene el respaldo de todos los factores de la Unidad, porque hasta ahora el mayor apoyo a la actividad proviene de Leopoldo López, quien últimamente ha tenido un acercamiento interesante a las posturas del líder de Primero Justicia.
Como suele ocurrir en política, este llamado ha tenido numerosos detractores, que afirman que el 1° de septiembre es una fecha muy lejana para la convocatoria y que no se puede advertir al gobierno con anticipación de las acciones que tomará la oposición. No obstante, si la intención de la oposición es hacer una megaconvocatoria que llame la atención nacional e internacionalmente, los tiempos no pueden apresurarse.
En las últimas semanas hemos visto una mayor radicalización del gobierno y la pulverización de cualquier iniciativa de diálogo. Estas circunstancias obligan entonces a la MUD a actuar muy racionalmente, aunque con mayor contundencia, con miras a lograr su objetivo fundamental que es la realización del revocatorio este año. La protesta pacífica como medio de participación proactivo frente a un gobierno que deliberadamente ha cerrado cualquier vía institucional para resolver la crisis constituye es su arma fundamental.
Es vital para la supervivencia de la oposición democrática trascender del ámbito de los partidos políticos. Hasta ahora la MUD ha sido más que nada una maquinaria electoral con algunos puntos de coincidencia entre sus diversos actores. Por esto no deja de ser alentador para el futuro el acercamiento Capriles–López. En la calle el referendo ya es un clamor popular pero es necesario que el gobierno lo escuche claro y fuerte, y es la MUD con todas sus luces y sus sombras, el interlocutor válido para esto.
La incorporación de universidades, estudiantes, gremios y empresarios será fundamental para convertir en un éxito “la toma de Caracas” para que la mayoría que hoy es la oposición haga valer su voz.
Ahora bien, en un escenario de autoritarismo electoral como el nuestro, nadie puede pensar que el gobierno “permitirá” el ejercicio del derecho a la protesta, máxime cuando se trata de la exigencia del respeto a los derechos políticos a través de un revocatorio que según todos los estudios de opinión perderá Nicolás Maduro. Obviamente el gobierno se defenderá con todo los recursos que tenga (y son muchos) para impedir la protesta. Hasta ahora la fuerza ha sido su mayor aliado para mantener el orden y sobre ésta se apoyará para evitar la concentración.
A lo que quiero llegar es que el éxito de la “toma de Caracas” no dependerá del hecho que la oposición logré convocar a millones de venezolanos. El éxito dependerá de la capacidad de presión que pueda ejercer sobre el gobierno para lograr el revocatorio. Si, por ejemplo, el CNE anunciará la fecha de recolección del 20% antes del 01 de septiembre con el fin de desactivar la protesta, ésta habrá logrado su objetivo.
Si la MUD logra finalmente ir más allá de lo electoral y articular una estrategia con la sociedad civil en la que se crucen el revocatorio y el malestar social que crece día a día en el país, la coyuntura se resolverá a favor del cambio político que exige el país.
La política también está conformada por símbolos. Chávez lo entendió desde muy temprano y trabajó arduamente para vencer en el plano comunicacional a la oposición.
Desaparecido el Presidente, la MUD tiene la oportunidad de oro para crear su propia simbología, apoyada en la mayoría electoral que tiene ahora y lograr que “la toma de Caracas” se convierta en un símbolo nacional por la lucha del referendo revocatorio. Si esto no ocurre, los resultados serán devastadores para la oposición.
Con miras al futuro cercano sin organización ciudadana y creación de consensos es inviable que se produzca una transición hacia la democracia; más bien la transición podría ser de una forma de autoritarismo a otra.