En la memoria de los residentes de Barquisimeto y Cabudare, mayores y hasta jóvenes, aún está firme el verde panorama que representaban las extensas siembras de caña de azúcar que durante años cubrieron las inmediaciones de los ríos Turbio y Claro, destruidas por el Gobierno Nacional, con la complacencia del regional y los tres municipales de la entidad larense y su vecina yaracuyana.
La historia nos recuerda que el 5 de mayo del 2006, cuando el entonces presidente Hugo Chávez llegaba a Barquisimeto, desde el aire contempló el hermoso valle y tan pronto tocó tierra ordenó su expropiación para “entregárselo al pueblo”.
Los entonces alcaldes de Iribarren y Palavecino, Henri Falcón y Aura Contreras de Rivero, se solidarizaron con la medida, sobre todo la segunda, quien emitió un decreto que ordenaba la expropiación de todo lo que se encontrara en las 29 fincas.
Desde el Ejecutivo Nacional se habló de acabar con el latifundo que, supuestamente, allí existía, aunque fue comprobado que ninguna de ellas tenía más de 100 hectáreas, e incluso, había asentamientos campesinos de 20 hectáreas, cuyos trabajadores se quedaron sin su fuente de ingresos.
Desde ese año, el Valle del Turbio ha servido para todo tipo de promoción política mediante anuncios y decretos sobre proyectos nunca concretados.
El 25 de septiembre de 1980 fue decretado Zona de Aprovechamiento Agrícola Especial y, posteriormente, Área de Régimen Especial, con el ministerio del Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables como ente ejecutor de los programas de recuperación de las tierras donde, por años, se produjo caña de azúcar.
“Ahí lo único que han sembrado son promesas y locuras porque no han recogido ni medio kilo de pimentón”, dice el ingeniero Rubén Hurtado, quien estuvo al frente del ministerio del Ambiente en la entidad, antes de la medida.
En efecto, previo anuncios mediáticos, en los terrenos del valle sembraron, además de pimentón, maíz, parchita, girasol, tomate, yuca y caraotas, que nunca dieron ningún resultado porque, de acuerdo a Hurtado, “dañaron la tierra con excesiva e innecesaria mecanización, negativa en todo proceso de recuperación del suelo”.
Además, con la extracción de material no metálico, como granzón y arena, no sólo ahora sino también antes, para construir La Ribereña, le causaron un serio daño al valle pues mermaron los acuíferos con lo que, también, se redujeron las posibilidades de riego de cualquier siembra.
En la actualidad, lo que fue un hermoso valle, está convertido en un terreno árido, boscoso, tomado para el bote de escombros, con la mayoría de las fincas expropiadas, o confiscada, como prefiere llamarlo Alfonso Bujanda, uno de los afectados, abandonadas por los supuestos campesinos a quienes les fueron entregadas ”para ponerlas a producir alimentos para el pueblo”, como pregonaban los voceros de organismos relacionados con la agricultura y la cría.
Bujanda, igual que Raúl Castillo, Eduardo Gómez Sigala y otros, quienes fueron despojados de sus propiedades, de las que poseen documentación probatoria, se llenan de pesar cuando acuden a sus predios, El Molino, Bella Vista, Las Damas o Bureche y constatan el estado de abandono en que se encuentran.
Además, en el caso del sector Las Damas, existe una sentencia del 2015, del Juzgado Tercero de Primera Instancia en lo Civil y Mercantil, que restituye a sus propietarios originales lo que les fue confiscado violentamente, pero esa decisión no ha sido ejecutada por falta de un juez de ejecución verdaderamente autónomo en la aplicación de la justicia.
“Eso es algo que también se perdió con la confiscación de las tierras del Valle del Turbio. Allí se confiscó la seguridad jurídica que debe imperar en un sistema democrático”, dice el ingeniero Rubén Hurtado.
Afirma que, igualmente, destruyeron una unidad de producción, la experiencia del material de quienes allí trabajaban, y la posibilidad de introducir mejoras en el sistema, que fue el argumento utilizado para destruir las siembras de caña de azúcar.
Cree que esa medida sólo tuvo una orientación de tipo político pues no se contaba con ninguna orientación técnica.
“Y se perdió la noción de la potencialidad de la tierra, así como la de la autonomía de los gobiernos locales”, afirma.
Con la alarma que ha generado el saque indiscriminado de granzón y arena de la cuenca del río, nuevamente ha salido a relucir el peligro que también se cierne sobre el valle donde, incluso, algunas personas informan de proyectos de urbanizaciones en lotes anteriormente dedicados a la producción de rubros agrícolas.
Procedentes de algunos sectores de El Manzano, grupos familiares habrían iniciado la construcción de ranchos ante la mirada complaciente de quienes están en la obligación de impedirlo.
Además, llama la atención el parque infantil, recientemente construido cerca del distribuidor Tarabana, que, debido a su total aislamiento, nunca ha recibido visiantes y se encuentra completamente enmontado, como si no importara nada la millonaria inversión que allí se hizo.
Proyectos no realizados
La Fundación Bosque Macuto, Fundación Municipal de la Economía y el Centro Jacinto Lara elaboraron varios proyectos para el valle, los cuales se quedaron en el papel.
- Parque Metropolitano Río Turbio
- Centro de Información y documentación ambiental
- Serpentario
- Zoológico de contacto
- Área recreacional y deportiva
- Finca municipal de semillas (convenio Cuba-Venezuela)
- Laboratorio de Biopreparados
- Recuperación de especies forestales (se sembraron 27.000 arbolitos), que se secaron por falta de riego
- Parque Lineal La Ribereña
- 11 módulos de restaurantes y café
- 7 módulos para centros comunitarios
- 5 módulos comerciales
- 11 módulos de servicios
- Espacios abiertos y recreativos con áreas pasivas y activas conformadas por jardines, mirador topográfico, jardines bahías inferiores, de chaguaramos, de espacio cultural, de agua, de trepadoras, de luces y de caña.
- Apenas fue construido el parque infantil al que acuden niños, de todo el estado Lara y de algunos vecinos.