Como ya sabemos, el derrumbe estrepitoso del “modelo chavista” responde a la aplicación de las mismas premisas económicas, políticas y sociales asumidas en las fallidas experiencias societales puestas en práctica por los países de la llamada “cortina de hierro”, de las cuales sólo quedan sus lecciones sociológicas de perjuicio hacia la humanidad.
Así como los apologetas criollos del “socialismo real” siguieron los pasos de este fracaso histórico, deberían también asumir las acciones que los polacos, checos y el resto de los comunistas del bloque oriental emprendieron en el momento de confrontar el desplome de sus economías a finales del siglo pasado.
Éstos “pisaron tierra” ante el evidente fiasco de sus proposiciones redentoras, dejando de lado sus utopías y aspiraciones de “inventar” un nuevo sistema social a expensas del sufrimiento de sus pobladores. Asumieron, en este sentido, la responsabilidad de restituir a sus países a la “normalidad”, es decir, de reinsertarlos a la dinámica mundial en condiciones acordes con el nivel de desempeño exigido por la globalidad económica y de igual manera, el compromiso de alcanzar para sus connacionales el estándar de calidad de vida del llamado primer mundo.
Estos hechos deberían iluminar a nuestros “revolucionarios” para el abordaje de la terrible crisis estructural que nos arropa y que cada día se profundiza. Lamentablemente, el tiempo transcurre sin que estos burócratas execren de sus mentes los planteamientos absurdos y desfasados que castran el raciocinio, impidiendo la ejecución de las políticas prescritas para corregir los desequilibrios macroeconómicos que padecemos; cada día que pasa es como una nueva palada a la fosa del inframundo en la que sepultan a nuestro país.
Por esta razón, se hace impostergable la estructuración y puesta en práctica de un plan económico para el rescate nacional, cometido que a mi modo de ver debe considerar los siguientes cinco aspectos fundamentales, a saber:
1) Estabilización económica, condición alcanzable mediante la reducción del dramático déficit fiscal de alrededor del 20% del PIB, sin recurrir a la emisión de dinero inorgánico para su financiamiento y eliminando aquellos gastos innecesarios del Estado, como por ejemplo los militares; instauración de una moneda estable y convertible libremente; reestructuración de nuestra deuda externa y asistencia financiera de los organismos multilaterales ante la necesidad de divisas que apuntalen las inversiones necesarias para el rescate de nuestro sector productivo, alimenten las exiguas reservas internacionales y que permitan el reflote de nuestra menguada industria petrolera;
2) Liberalización de las actividades empresariales, es decir, facilitar el funcionamiento de la economía de mercado, eliminando los controles que sobre la producción, distribución, comercialización y precios de los productos existen en la actualidad, estimulando así la labor creadora privada;
3) Reinstitucionalización del país, para que las leyes económicas y el marco jurídico-político, en general, propicien el clima requerido para la convivencia social y el desarrollo de todo quehacer que genere riqueza y estimule el emprendimiento tanto personal como social; 4) Privatización de aquellas empresas del Estado convertidas en un lastre para las finanzas públicas del país, mejorando con ello sus desempeños y convirtiéndolas en unidades generadoras de empleo y de divisas; y
5) Creación de un Fondo de emergencia social, instancia que operaría para canalizar recursos financieros hacia los sectores socialmente más vulnerables y necesitados, amortiguando de esta manera la transición hacia una economía productiva y de compromiso social.
Cuando algo se hace necesario, puede y tiene que hacerse posible. Sólo así, Venezuela se encaminarápor la senda del progreso y del porvenir.